El comportamiento de la economía malagueña es positivo en cuanto a su recuperación general, pero el alto índice de paro de la provincia estropea el cuadro. Acabamos de bajar el listón del desempleo del 30 al 29,95 por ciento, por lo que la cifra de parados sigue siendo inaceptablemente alta y debe figurar en el frontispicio de cualquier análisis económico. El paro registrado desciende el 5,65 por ciento interanual y aunque este porcentaje es significativo –desciende más que la media en Andalucía pero menos que en el conjunto de España- es insuficiente en el corto plazo, lo que nos lleva a admitir que tendremos un número de parados muy alto durante bastante tiempo.

Las perspectivas económicas de Málaga, con el aumento de las exportaciones y el turismo, no crearán empleo en número suficiente en el corto plazo, se necesita que otros sectores productivos se sumen a la generación de puestos de trabajo. Esto solo será posible si se abren las puertas para un acceso más generalizado –que no indiscriminado- al crédito de las pequeñas y medianas empresas y autónomos. Las entidades financieras, preocupadas, y es lógico, por la morosidad de sus clientes, miran con lupa y se protegen con avales ante quien solicita un crédito. Han de sanear balances y cumplir las limitaciones de Basilea III. Pero del otro lado, el flujo crediticio permitiría que las empresas afrontaran inversiones que en la inmensa mayoría de los casos suponen puestos de trabajo, directos e indirectos, reanimando aún más la economía.

Si la banca encontrara competencia en otras formas de financiación empresarial seguro que tendría otro comportamiento. De momento, se calcula que el shadow banking –esa financiación alternativa- tiene un mercado potencial en España de 160.000 millones de euros y según Financial Stability Board mueve en el mundo 51 billones de euros. Más fuentes de financiación abrirían nuevas posibilidades para las exhaustas cajas de la mayoría de las empresas malagueñas.