Esta semana hemos estado en la biblioteca leyendo “Juan Martín, El Empecinado”, el noveno libro de la primera serie de “Los Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós. Richerdios.
Juan Martín, El Empecinado
Gabriel es destinado al ejército que manda el guerrillero, ascendido a general, Juan Martín El Empecinado, que está por tierras de Aragón, combatiendo para hostigar a las fuerzas francesas, y así distraer el ataque a Valencia del mariscal Suchet. Esto ocurría en el otoño de 1811. Gabriel se incorpora, como alférez, a las tropas del famoso guerrillero y allí, conoce a esas gentes díscolas, pendencieras y en muchos casos gérmenes de bandoleros y maleantes y de partidas de atracadores y facinerosos pero que, en ese momento, fueron muy útiles para derrotar a los franceses. Eran, en general, gentes bravas, incultas, fuertes e indisciplinadas. Al propio Empecinado, que se le llamaba así por ser éste el común mote de los naturales de Castrilla de Duero, en el que había un arroyo de aguas negruzcas que llamaban «pecina», lo describe el autor como un hombre fornido y alto, tosco e inculto, bravo y arrojado, un héroe sin pulir y duro como una roca, pero generoso de corazón y leal y patriota como pocos. También aparecen otros muchos guerrilleros, como El Cid Campeador, Pelayo y Viriato, que serían gente de más alta o baja cuna, pero todos pendencieros y que habían salido de los estudios o de lugares semejantes. Está, asimismo, el cura arrepentido mosén Antón Trijueque, de estampa semejante a la del Empecinado y que tenía mucha envidia de aquel, hasta el punto que quería mandar más que él, y por eso, al final, se pasó al enemigo, pero sólo por la soberbia y el afán de mando, y luego es capaz de, con su eficacia para adivinar lo que iba a hacer el enemigo, preparar una encerrona al Empecinado y a su gente, de resultas de lo cual salió herido y escapado Juan Martín. Gabriel, fue preso y logró escapar con grandes tribulaciones. Luego, perdonado por Juan Martín y no soportando la humillación y la vergüenza, así como los remordimientos de la conciencia, Antón se ahorcó como Judas de un árbol. Otros guerrilleros eran Vicente Sardina, leal al jefe, y Saturnino Albuín, el Manco, que también traiciona a Juan Martín, pero éste por ambición de dinero. Hay, asimismo, un niño que han recogido al morir sus padres en alguno de los pillajes de los pueblos, y al que llaman el empecinadillo, y que cuida el guerrillero Santurrias, al que conoce Gabriel desde hace tiempo, pues era sacristán en Aranjuez. Toda la vida de la guerrilla es aquí descrita, así como algunas de las batallas, o más bien de las guerras de guerrillas o lances aislados. Aparece ya el Conde de España, que luego tendrá más protagonismo en el siguiente episodio. En la parte novelesca, Amaranta ya está del lado de Gabriel, y madre e hija se han refugiado en Cifuentes y desde allí le escriben, pero más tarde Santorcaz roba a Inés y se la lleva consigo, y comienza la labor de Amaranta y Gabriel para saber dónde se encuentran. La primera, gracias a hacerse amiga del rey José, logra saber que están en Plasencia. Se dirigen a Salamanca, que es la tierra natal de Santorcaz. Gabriel ha alcanzado ya el grado de comandante y, en el siguiente episodio, cambiará de ejército y dejará la guerrilla.
Es este un episodio más histórico, aunque sea de la pequeña historia de la guerrilla, que novelesco, pues los amores de Gabriel quedan de nuevo en segundo plano y poco puede él hacer, desde donde se encuentra, salvo enterarse de los hechos e intentar paliar alguno de ellos, pero sin ningún éxito. En todo caso, las peripecias de Gabriel en la guerrilla y sus avatares y problemas, así como su apresamiento y fuga cuando está en poder de los franceses, tiene mucho de novelesco, y ambos son apasionantes. Las figuras de los guerrilleros, de los que ya hemos hablado antes, son una de las mejores creaciones del autor, y sus rencillas, peleas y la poca disciplina y orden que mantienen en sus relaciones, hacen pensar en que no hubieran tenido importancia tan decisiva, como de hecho tuvieron, en el desenlace de la guerra, pero lo cierto es que, a pesar de todo, fueron un azote constante para las tropas francesas y su sistema de ataque y retirada, aprovechando el conocimiento del terreno y lo intrincado del mismo. Su existencia fue lo que determinó, muchas veces, el que una batalla más grande se decantara por un ejército, u otro. La figura del Empecinado ya la hemos descrito, pero más énfasis pone Galdós en describir al cura arrepentido Trijueque, sanguinario y envidioso, lleno de soberbia y de orgullo, pero sin otros defectos, y que por ello es capaz de traicionar al Empecinado. No aceptando el perdón ni el arrepentimiento ni humillarse ante el jefe, prefiere el suicidio Se retratan otras muchas figuras, pero la mayoría de ellas lo son de pasada, sin que se puedan determinar demasiado estos caracteres. También hay descripciones del pillaje en los pueblos, tanto de uno como de otro bando, y, a veces, temían más en estos pueblos a los guerrilleros, que les robaban, que a los franceses. Es curiosa también la manera de impartir justicia de Juan Martín. Es éste un buen episodio, muy apasionante y muy entretenido y que sigue dando la talla de Galdós para tal cometido.