Esta semana hemos estado en la biblioteca leyendo “Los Ayacuchos”: el noveno libro de la tercera serie de “Los Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós. Richerdios.
Los Ayacuchos
El protagonista vuelve ser Fernando Calpena, aunque esta vez en compañía de Santiago Íbero. Se centra más el autor en la parte novelesca y romántica, que tenía abandonada un poco, y renace la historia de Demetria y Fernando. Tras unas intervenciones oportunas de Valvanera y su esposo, éstos conciertan el matrimonio de ambos, recabando el consentimiento de Demetria por indicación de Fernando. Aquella ha estado esperando al galán y ha tenido que conjurar las acechanzas de María Tirgo, que quería a Demetria para el marqués de Sariñán. Cuando Fernando es citado para lo que él cree los esponsales y ha dejado a su madre esperando, Demetria le hace ver que aún requiere de él lo que llama el séptimo trabajo de Hércules y enumera los seis anteriores. No es otra cosa que busque y rescate a Íbero, el cual más tarde sabrá Fernando que está en las garras de unos frailes, que le quieren catequizar para que entre en religión, y lo lleve a los brazos de Gracia, que aún se muere por su amor. Y esto de morirse es casi literal, pues Gracia está muy mal de salud, y además de envidia por la felicidad de su hermana, hasta el punto de que Demetria cree que, si no recupera el amor de Santiago, puede ocurrir lo peor. Fernando, se ofrece a ello, y, con varias detenciones, una en Sitges donde descansa su madre enferma por un agravamiento de ésta y luego en Barcelona por los sucesos históricos que luego explicaremos, logra detectar la presencia de Santiago haciendo ejercicios espirituales en Ripoll para profesar en el monasterio de los monjes de San Quirico. Allí va, con la fuerza del dinero, de las recomendaciones de Espartero y Van Halen y el apoyo del cónsul francés Lesseps. Logra una orden para que Íbero vaya a testificar en un consejo de guerra y lo rapta, y, tras un largo viaje desde Cataluña hasta la Guardia, va logrando que su espíritu militar se imponga, aunque al principio está muy enfadado; y que, después, se dé cuenta de que sigue queriendo a Gracia y que ésta le ha perdonado. Fernando consigue, con engaños y luego con verdades, que entre por el camino normal y se dé cuenta de que su vocación era equivocada. En el terreno histórico se narran al principio las revueltas de octubre del 41, en que los sublevados, bajo el mando de Manuel Gutiérrez de la Concha y al final de Diego de León, asaltan el Palacio Real, todo ello por instigación de María Cristina, para llevarse a Isabel y a su hermana y así dejar al regente Espartero fuera de juego. El hecho es abortado y Diego de León ejecutado contra el parecer de la mayoría. Unos meses después, ya en el 42, se subleva Barcelona, donde Van Halen intenta dominar la situación y debe replegarse, nombrándose juntas de los amotinados, que lo son por el asunto de la liberalización del algodón, lo que perjudica la industria textil y por las levas de soldados. Se forman juntas, y, al final, Zurbano, el propio Van Halen y sobre todo Espartero mismo, que cerca Barcelona y la bombardea, sofocan la rebelión, en la que no hay tantas represalias. El prestigio de Espartero está por los suelos, y, además, le domina el cansancio, por su ineptitud política en parte, y, aunque su camarilla de gentes, llamadas los ayacuchos en memoria de esa batalla perdida en América, y en la que ni Espartero ni la mayor parte de los que le siguen participaron, le apoya, él quiere dejar la regencia y ya se habla de casar a Isabel, tras declararla mayor de edad, con el descendiente de la rama carlista y acabar así con el problema sucesorio y civil.
Episodio escrito en mayo y junio de 1900. Es uno de los más amenos de esta serie, y ello por la parte novelesca, en que Galdós nos muestra, con todo su ingenio y su dominio de las situaciones y del lenguaje, admirador de don Quijote, pues no otra cosa que aventura de caballería, y así se dice varias veces, es esta hazaña, o trabajo, de Fernando, que emprende por encargo de su Dulcinea, Demetria -nombre también quijotesco-, y para mejor merecer su amor y su mano. Además, los medios que emplea son igualmente dignos de una novela caballeresca. De todos los personajes que aparecen casi ninguno es nuevo, salvo al principio un recomendado de Fernando, que es gentilhombre de la reina y la infanta, de nombre don Mariano Díaz de Centurión, al que llamaban las niñas don Chepe. Aparece también la figura del moderado e influyente Serafín de Socobio, que quedó cesante, para colocar a Díaz de Centurión, de su empleo en palacio, y al que ahora escribe mucho Fernando y le da cuenta de los sucesos políticos. Aunque Fernando pasa por Ayacucho y es amigo de Espartero y de los progresistas más renombrados, no por ello deja de criticar abiertamente en sus cartas los errores de sus correligionarios, aunque utilice la influencia de éstos. Casi todo el episodio está en forma epistolar, género que ya ha utilizado en esta serie Galdós varias veces, en especial en «La Estafeta Romántica». Aunque hay una parte narrativa, la mayor es epistolar, y ello no resta agilidad al relato, sino todo lo contrario, al ser los protagonistas los que escriben. Es un episodio que no aporta nuevos personajes, pero sí sucesos que hacen progresar la serie, y en que brillan los caracteres, ya antes descritos, de los protagonistas, y en especial la constancia de Fernando y el carácter noble e ingenuo de Santiago, quien, tras su vuelta a la normalidad, busca el amor de Gracia de nuevo. Por otra parte, se relatan sucesos históricos de cierta influencia en nuestra historia nacional y que son los que defenestraron definitivamente a Espartero.