La economía siempre ha sido un puntal ideológico en torno al que han girado todas las acciones políticas. El transcurrir del tiempo va clarificando el panorama y podemos afirmar casi sin temor a equivocarnos que no se busca ya -a estas, alturas- distinciones partidistas para el buen funcionamiento de la economía. El mundo no se divide en economías de derechas o de izquierdas (liberales o socialdemócratas) sino que se dividen en economías que funcionan y que no funcionan.
La historia nos ha ido templando las emociones con la aplicación de determinadas políticas y hemos podido ver el efecto práctico de ello, algunas con prácticas verdaderamente destructivas, otras anodinas y otras, las menos, altamente efectivas.
Entre estas políticas está la llamada Economía del Bienestar, identificada durante muchos años con el llamado modelo sueco, vigente hasta la década de los noventa y prácticamente desmantelado al día de hoy.
Del llamado Estado del Bienestar, donde la actividad privada tiene su campo de actuación, se pasó al denominado Estado benefactor, en el que la actividad privada se veía reducida a mero actor pasivo.
La primera conclusión a la que podemos llegar es que la existencia de este Estado del Bienestar tiene que ir, forzosamente, acompañada de un previo estado de pujanza económica o capitalista. De otra manera la aplicación de cualquier política va directamente dirigida al desastre.
La segunda conclusión es que el mantenimiento en el tiempo de este Estado del Bienestar dependerá del equilibrio que se dé entre el crecimiento económico aportado por la empresa privada, el nivel de recaudación y la estabilidad de sus instituciones, que tiene como principal misión la protección de la libertad individual y la propiedad. En definitiva, propiedad privada y seguridad jurídica.
La tercera conclusión es que si el Estado -partiendo de la etapa anterior- se va introduciendo en las esferas que no le competen y, mediante los instrumentos democráticos a su alcance, va adquiriendo un volumen y presencia de tal manera que vaya excluyendo a las esferas privadas de su natural ámbito de actuación, sólo es cuestión de tiempo que éste se colapse.
Las políticas de reforma que el Estado actual debe llevar a cabo, pasan por reinventar este Estado del Bienestar, que ha quedado obsoleto, y pasar del Estado benefactor al Estado “posibilitador”, en el que las dimensiones del Estado sean las adecuadas para su función y en el que los gastos y el déficit adquiridos estén limitados por ley.
En este contexto, es precisa una reforma laboral acorde con los nuevos tiempos. Una reforma laboral que prime el esfuerzo y la rentabilidad, y que dé flexibilidad a la adaptación a situaciones que se generan de continuo.
Cabria esperar reformas, prácticamente en todos los ámbitos donde el espíritu de emprendedor fue barrido por la presencia masiva del Estado. Podemos hablar del bono escolar para redefinir el sistema de financiación de la educación, en la que además se conjuga la libertad de elección por parte de los padres sobre los distintos modelos y centros educativos existentes, favoreciendo, por tanto, el esfuerzo de los centros por competir en calidad de enseñanza. Copago en aquellos servicios que por ser, solo sobre el papel, gratuitos en su totalidad generan una asistencia masiva de servicios, algunos innecesarios de ser cargados y soportados por las arcas públicas. Solución del déficit energético. Las políticas llevadas a cabo en este sector han estado condicionadas por actuaciones no realistas en las que el déficit era soportado por el Estado mientras las empresas eran financiadas para cubrir costes más primas altamente rentables que han generado una burbuja energética . Hay que optar por modelos energéticos rentables. Ya se han dado pasos para regular este desaguisado, pero entran en contradicción con la seguridad jurídica que se pretende garantizar.
Es posible que el sistema de pensiones conocido hasta hoy se vea seriamente afectado por los cambios actuales. El hecho de trabajar las parejas hace que las razones por la que se implantó se pongan en cuestión.
Se ha planteado en algún foro la posibilidad de modificar esta opción y no cobrar la pensión de viudedad en caso de que el cónyuge vivo esté trabajando. Es posible que estos cambios se vayan produciendo poco a poco, lo que no hay duda es que nos encontramos en un escenario completamente distinto y esto requiere un cambio de mentalidad y de coherencia, incluso dialécticamente, en el que el mensaje de regular la economía admita la realidad existente. El mercado está regulando las decisiones del Estado y éste debe velar por el buen funcionamiento de estos acuerdos y las buenas practicas por parte de los empresarios. Se necesita una nueva generación de empresarios dispuestos a saltar a la arena económica con capacidad y nuevos bríos. Otros países empezaron ya hace tiempo a reinventar este Estado del Bienestar, aquí debemos empezar cuanto antes y sin miedos al cambio.