Nos va a doler la cabeza, sino algo peor, con ese “gesto humanitario” que dice el Gobierno con Brahim Ghali, el líder del Frente Polisario hospitalizado en Logroño por Covid. Sabemos lo que representa el Sahara para Marruecos y, sin embargo, hemos permitido que el dirigente saharaui entre en territorio nacional pese a que Marruecos le acusa de crímenes de guerra y atentados contra los derechos humanos, y de haber entrado en España a escondidas y con pasaporte falso. No es que haya que creer a Marruecos, que en la práctica está en guerra con el Polisario y su aliado Argelia, pero tampoco a este movimiento que ha sido denunciado por tener encerrados a los saharauis en los campamentos de Tinduf y violar los derechos humanos de sus habitantes.
Que el Gobierno marroquí haya exigido “explicaciones” a España puede ser solo una señal de lo que está por venir por lo que considera un hecho “contrario al espíritu de vecindad”, de ahí que el pasado sábado fuese llamado nuestro embajador en Rabat por el Ministerio de Exteriores marroquí. Y todo por hacer política exterior progre, sin medir las consecuencias.
En cuanto al daño que Marruecos nos puede hacer, solo hay que pensar en el tráfico de ilegales desde sus costas hasta las nuestras, del desembarco de cargamentos de hachís, de la presión en las vallas de Ceuta y Melilla o en la amenaza yihadista siempre presente. Lo que nos faltaba en España, este nuevo problema. Ya Pablo Iglesias metió la pata hace meses hablando del Sahara, ahora el Gobierno como tal. Veremos el precio que vamos a pagar.