El concepto de transición energética busca transformar el actual modelo energético, intensivo en el uso de energías basadas en combustibles fósiles y grandes infraestructuras de generación, en un nuevo paradigma cuyos ejes son las energías renovables, la electrificación, y la eficiencia energética.
El hidrógeno es una pieza clave e imprescindible en la transición energética, sobre todo en la descarbonización de los sectores con más emisiones de gases de efecto invernadero actualmente, como es el sector del transporte.
La mayor parte del hidrógeno para uso industrial se produce mediante el reformado del metano o la gasificación del carbón. Son los procesos más baratos pero no son limpios. En cambio, la obtención de hidrógeno mediante la electrólisis del agua sí sería un procedimiento limpio si la energía que requiere este proceso químico procediese de una fuente renovable como la energía eólica o fotovoltaica.
El hidrógeno puede almacenarse en estado gaseoso o líquido y distribuirse a través de gasoductos, pudiendo ser un sustituto del gas natural, y no emite gases de efecto invernadero en su combustión. Este combustible es ampliamente utilizado en la industria química para la producción de amoniaco, metanol y fertilizantes; en la de acero, vidrio, alimentación o farmacéutica, y en la de refino de petróleo. La falta de infraestructuras y los elevados costes de producción frenan, a corto plazo, su expansión.
Para la Unión Europea, el hidrógeno es fundamental para alcanzar los objetivos del Pacto Verde, hoja de ruta establecida para lograr la neutralidad climática en 2050 mediante inversiones en tecnologías respetuosas con el medio ambiente, el apoyo a la industria innovadora, la promoción de los sistemas de transporte sostenibles, la eliminación del carbón del sector energético y el impulso de una construcción más eficiente.
El objetivo final de este programa es facilitar el inicio de tecnologías basadas en este elemento para el año 2030 y allanar el camino hacia la eliminación total del carbón en Europa para 2050. Los ciclos de inversión en el sector de las energías limpias engloban ciclos de 25 años, por lo que la Unión Europea quiere actuar ya, trabajando en la creación de una cartera de inversiones que implique a todos sus socios.
El hidrógeno permite almacenar energía renovable, favorece la movilidad sostenible y es respetuoso con el medio ambiente al no emitir dióxido de carbono. Su uso, por tanto, evitaría tener que seguir usando carbón en procesos industriales y otros sectores económicos, logrando reducir las emisiones de carbono, una necesidad urgente.
La Unión Europea planea invertir 430.000 millones de euros en la próxima década para definir un ecosistema de hidrógeno europeo que permitirá la financiación de proyectos y la transmisión de conocimiento. Esta transición gradual requerirá un enfoque por fases:
Primero, de 2020 a 2024: apoyar la instalación de, al menos, seis gigavatios de electrolizadores de hidrógeno renovable en la Unión Europea y la producción de hasta 1.000.000 de toneladas de hidrógeno renovable.
Segundo, de 2025 a 2030: es preciso que el hidrógeno se convierta en una parte intrínseca del sistema energético integrado con, al menos, 40 gigavatios de electrolizadores de hidrógeno renovable y la producción de hasta 10.000.000 de toneladas de hidrógeno renovable en la Unión Europea.
Tercero, de 2030 a 2050: se espera que las tecnologías del hidrógeno renovable alcancen la madurez y se desplieguen a gran escala en todos los sectores de difícil descarbonización.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico propuso el día 6 de octubre al Consejo de Ministros la Hoja de Ruta del Hidrógeno, con la que busca impulsar un sector que movilice inversiones de 8.900 millones y que ayude a que España alcance la neutralidad climática y un sistema eléctrico 100% renovable no más tarde de 2050. El Consejo de Ministros ya lo ha aprobado. Sin embargo, no existe un necesario Plan Nacional del Hidrógeno.
El documento, cuyo desarrollo está contemplado en el Plan Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, incluye 60 medidas y fija objetivos nacionales hasta 2030 alineados con la Estrategia Europea del Hidrógeno.
Los planes pasan por alcanzar en diez años una potencia instalada de 4.000 megavatios (MW) de electrolizadores, el sistema de producción de hidrógeno renovable. Con esos 4.000 MW España concentraría el 10% del objetivo marcado por la Comisión Europea para el conjunto de la UE para 2030.
El Gobierno también ha marcado como hito intermedio llegar a 2024 con una potencia instalada de electrolizadores de entre 300 y 600 MW en el país.
El documento también plantea que un mínimo del 25% del consumo de hidrógeno por la industria sea renovable en 2030. Entre las medidas regulatorias se incluye, entre otras, la introducción de un sistema de garantías de origen que asegure que el hidrógeno se ha producido a partir de energía 100% renovable.
La reducción de los precios de las renovables, unida a una normativa favorable, y los fondos europeos de recuperación, ha propiciado un «momento dulce» para el hidrógeno verde, con un sector público y privado volcado en nuevos desarrollos.
En Europa, Alemania es uno de sus grandes impulsores, ya que lo considera el principal elemento para generar energía sostenible del futuro. El gobierno de Angela Merkel ha anunciado un plan dotado con 9.000 millones de euros con una clara intención de aprovechar las oportunidades económicas asociadas a la nueva industria.
Llegados a este punto, uno de los factores del coche de hidrógeno parece estar resuelto: hay métodos de extracción que permiten que las recargas se hagan con energías 100 % renovables. Entonces, ¿cuál es el problema?
Recientemente, ha tenido lugar el Consejo del Hidrógeno en París, y se ha dicho que el coste de esta tecnología caerá un 50 % para 2030.
El estudio ‘Path to Hydrogen Competitiveness: A Cost Perspective‘ muestra que esta disminución de costos se puede atribuir principalmente a tres factores:
«Fuerte caída» en el coste de producir hidrógeno bajo en carbono y renovable; menores costos de distribución y reabastecimiento de combustible gracias a una mayor utilización de la carga y un efecto de escala en la utilización de la infraestructura; y
«drástica caída» en el costo de los componentes para equipos de uso final bajo una mayor fabricación.
Y, según los datos de la Agencia Internacional de Energía, producir hidrógeno usando energía eléctrica obtenida de paneles fotovoltaicos y centrales eólicas en el mar, el coste por kilogramo de hidrógeno podría ser inferior a 2,5 dólares en la mayoría de países.
El consumidor lo que percibe es que este tipo de vehículos de hidrógeno es más caro y, además, tendrá problemas para la recarga, bien porque hay pocas estaciones donde poder repostar o porque se tarda mucho en producirse la carga. En el resto de prestaciones que proporciona son similares a las de los vehículos de combustión.
El principal problema proviene del gran desembolso inicial que supone la instalación de una estación de repostaje de hidrógeno. En España no hay un plan nacional de hidrógeno, ese es el problema. Los coches de hidrógeno necesitan una instalación específica mientras que el eléctrico de baterías puede sobrevivir con una recarga lenta en el garaje de una vivienda o en casi cualquier sitio.
Con el objetivo europeo cada vez más lejos, entra en juego además la normativa Euro6 d, que entró en vigor este mismo año y que establece no solo unos límites de emisiones aún más estrictos (120 y 90 gr de CO₂/km para diésel y gasolina), sino también un máximo por media de ventas y las consecuentes sanciones para aquellos que lo incumplan.
En cuanto a las iniciativas propias, cabe hacer mención, en primer lugar, del Acuerdo del Consejo de Gobierno de 3 de septiembre de 2002, por el que se aprobó la Estrategia Andaluza ante el Cambio Climático, documento que ha servido de guía para la acción del Gobierno de Andalucía en este ámbito.
En desarrollo de esta Estrategia, se aprobó por Acuerdo del Consejo de Gobierno, el 5 de junio de 2007, el Plan Andaluz de Acción por el Clima 2007-2012 y su Programa para la Mitigación de Emisiones para la Transición Energética, en el que se contenían los objetivos que debía cubrir Andalucía en lo relativo a reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y a fomento de la capacidad de sumidero. Por otra parte, en materia tan vital como la energía, la Comunidad Autónoma ya tiene una ley propia, la Ley 2/2007, de 27 de marzo, de fomento de las energías renovables y del ahorro y eficiencia energética de Andalucía.
Solo el abaratamiento del precio de las energías renovables acabará convirtiendo al hidrógeno generado por electrólisis en la alternativa energética más sostenible del mercado. Es imposible alcanzar los objetivos energéticos marcados por la Unión Europea para 2050 sin desarrollar una economía basada en el hidrógeno.
Japón tiene varios proyectos piloto importantes en marcha, con países como Australia, Arabia Saudita y Brunei, para determinar la mejor manera de transportar hidrógeno verde o azul a grandes distancias en barco. Es un camino imparable.