Las sentencias judiciales se acatan, aunque se discrepe. Es lo que hacemos ante la condena a dos años de prisión a un joven que mató a un ladrón cuando auxiliaba a la víctima del robo del delincuente. El mensaje no puede ser más equívoco, ¿se castiga al ciudadano solidario que ayuda al prójimo?, no parece que se motive para ayudar mañana a una persona necesitada de auxilio, habida cuenta de las consecuencias. El hecho tuvo lugar y fue juzgado en Málaga. Además, el condenado ha de pagar 180.000 euros de indemnización por un delito de homicidio con imprudencia grave.

El magistrado considera probado que existió el forcejeo y que el acusado le propinó dos puñetazos al delincuente y le provocó una caída al suelo y un traumatismo craneoencefálico con hemorragia cerebral que le causó la muerte. Para el juez, el acusado “fue consciente de las graves consecuencias que podría causar con su acción, aunque sin pretender ni consentir la efectiva producción de las mismas”. Han leído ustedes bien, ¿el condenado debería haber realizado pruebas de cinética con el fallecido?, ¿de medición de fuerza e impacto con especialistas en la materia y otras mediciones antes de propinarle dos puñetazos al asaltante? Pues aquí al condenado le decimos que suba a este Paraíso por ciudadano solidario que ayuda a una víctima de un delincuente con antecedentes  -sin que se hubiera llevado a efecto una orden de búsqueda y captura contra él- que atacó a una empleada de hotel cuando se dirigía a su trabajo en Fuengirola.