Inés y Carmen fueron detenidas, maniatadas, subidas a una furgoneta y llevadas a un descampado cercano al cementerio de Vicálvaro. Allí fueron torturadas y ejecutadas. A Inés le dispararon en la boca y a Carmen en el estómago. Una murió al instante; la otra, desangrada.
Estas dos mujeres, monjas indefensas, fueron asesinadas en agosto de 1936 por milicianos republicanos al servicio del comunismo. Mientras tanto, en España, hay partidos y políticos negacionistas de estos crímenes dispuestos a entrar en el Gobierno y borrar su pasado.
Su crimen, como el de tantos otros inocentes, fue cometido en nombre de una ideología que hoy la izquierda pretende blanquear con leyes como la de la memoria Histórica.
No solo ocurrió en España. Toda Europa es muy consciente de las atrocidades cometidas contra millones de personas que no pudieron escapar a la sangrienta interpretación que el comunismo hace de la igualdad y la democracia.
Por eso, el pasado 18 de septiembre el Parlamento Europeo emitió la resolución (2019/2819 RSP) por la que condena expresamente el comunismo y llama a la memoria de las víctimas y a eliminar cualquier vestigio de esta ideología en la vía pública.