El Séptimo Sello - El Sol Digital
El Séptimo Sello

El Séptimo Sello

Esta semana hemos estado en la videoteca para ver la película “El Séptimo Sello” de Ingmar Bergman.

Richerdios

Título original. Det sjunde inseglet (The Seventh Seal)
Año. 1957
Duración. 96 min.
País. Suecia
Director. Ingmar Bergman
Guión. Ingmar Bergman
Música. Erik Nordgren
Fotografía. Gunnar Fischer (B&W)
Reparto. Max von Sydow, Gunnar Björnstrand, Nils Poppe, Bibi Andersson, Bengt Ekerot, Gunnel Lindblom, Maud Hansson, Ake Fridell
Productora. Svensk Filmindustri
Género. Drama | Siglo XIV. Edad Media. Religión. Ajedrez. Pandemias. Película de culto
Premios. 1957: Festival de Cannes: Premio Especial del Jurado (Ex aequo con “Kanal”)

Film número dieciocho de Bergman. Escrito por él, se basa en su obra de teatro en un acto “Trämalning” (“Pintura en madera”), de 1955. Se rueda en exteriores de Suecia y en los platós de Svensk Filmindrustri. Obtiene el Premio Especial del Jurado de Cannes. Producido por Allan Ekelund, se estrena el 16-III-1957 (Suecia). La acción tiene lugar en Suecia a mediados del s. XIV, a lo largo de unos pocos días, anteriores a Todos los Santos (1 nov.). Antonius Block (Sydow), tras diez años de lucha en Tierra Santa, regresa en compañía del escudero Jons (Björnstrand). Llega cansado y deprimido: en su largo viaje ha cruzado tierras devastadas por la peste. En suelo patrio se topa con la Muerte (Ekerot), un monje de hábitos negros y rostro blanqueado, aficionado al ajedrez. El caballero la reta a jugar una partida para ganar tiempo.

La desolación y la muerte hacen que el mundo se vea estremecido por estallidos de crueldad y violencia, abandono de las normas sociales, fanatismos, penitencias exageradas y egoísmos sin límite. La iconografía que emplea el relato está tomada de retablos y figuras medievales que Bergman conoce a raíz de haber acompañado al padre (pastor luterano) a predicar en lugares diferentes.

La iconografía incluye juglares, brujas, flagelantes, cruzados, frailes, pesebres, ángeles e imágenes de la muerte (la del film). Glosa sus obsesiones religiosas: existencia de Dios, ausencia de Dios, más allá, pecado, confesión, perdón. Se refiere, también, a temas terrenales que le preocupan: adulterio, crueldad, fanatismo. Hace uso de símbolos: fresas (juventud y erotismo), águila en vuelo estático (muerte), familia de Jof y Mia (inocencia). Da tangibilidad a elementos etéreos (viento), invisibles (demonio), íntimos (deseo) e inmateriales (maldad). Presta atención a temas que le complacen: feminidad, sensualidad, maternidad, infancia, teatro. Enmarca el relato en imágenes de gran belleza plástica, que parecen inspiradas en Durero. Muestra playas solitarias, rocas erosionadas, parajes desnudos y árboles sin hojas, que refuerzan el sentido de la acción. Celebra el deseo, el amor, la comida, la belleza (paisaje) y el arte. Rechaza el sufrimiento, la crueldad, la pena de muerte. Ofrece un discurso conceptualmente denso y fascinante.

La reflexión que propone no está cerrada a toda esperanza. Parece querer decir que en el mundo, enfermo y desquiciado, dominado por la codicia y la crueldad, subsisten casos aislados de inocencia y de no inocentes dispuestos a apoyarla. El film confirma la proyección internacional de Bergman. La música, de Erik Nordgen, aporta una partitura compleja, de instrumentos medievales. Crea melodías conmovedoras, ajustadas para no perjudicar los diálogos. Incorpora cinco canciones originales y añade un fragmento del “Dies irae”. La fotografía, de Gunnar Fischer, hace uso de trucos efectistas (cuenco de leche) y de un trabajo de cámara pausado, variado y rico en recursos. Hacia el final yuxtapone emotivos planos a cámara fija. La temática de esta película no puede ser más trascendente: la muerte, el miedo a ésta, y la vida después de ella. A Bergman no le tiembla su pulso maestro a la hora de enfrentar a sus personajes cara a cara con la muerte, pero no de una manera superficial, como estamos acostumbrados en el cine.

Aquí no hay personajes que mueren tras unos simples lloros más o menos dramáticos, aquí se trata la muerte como realidad inevitable y se cuestionan sus consecuencias posteriores: ¿el cielo? ¿el infierno? ¿la nada?. Para colmo de genialidad, la película no está ambientada en una época de modernidad en la que estas cuestiones se planteen desde un punto de vista filosófico y sirvan de charla para intelectuales (como sucedía en otra obra maestra de Bergman, “Fresas Salvajes”) sino que está ubicada en una Edad Media asolada por la peste negra, regida por la sinrazón y sumida en el caos. A modo de hermoso envoltorio de su impresionante contenido, “El séptimo sello” está plagada de imágenes de arrolladora fuerza visual y significado, que componen una atmósfera absorbente, contrastando momentos espeluznantes con otros de gran serenidad y belleza. Imposible sacarle defectos a esta auténtica joya, que cuenta con unos personajes maravillosamente bien trazados, tan humanos que los angustiosos latidos de sus corazones casi nos sacuden a nosotros también. Estos personajes son además reflejo de las diferentes maneras de afrontar la muerte: El miedo, que empuja a Antonius (inconmensurable Max Von Sydow) a encomendarse a un Dios que su razón le dicta que no existe, o la frialdad de un Jons (no menos genial Gunnar Bjornstrand) consciente de que le espera el vacío. En representación de una vida sin miedo a la muerte: María y José, dos maravillosos personajes surgidos de la esperanza que no necesitan decidir su destino en una partida de ajedrez.

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