La pandemia por COVID-19 no solo ha provocado daños en la salud física de las personas contagiadas y un elevado número de muertes en todo el mundo, sino que ha tenido (y está teniendo) importantes consecuencias en los ámbitos social y económico, tanto a nivel local como mundial.
En Europa, según la OMS, los problemas de salud han aumentado durante la pandemia, con un claro aumento en los niveles de ansiedad y estrés.
El aislamiento, la falta de contacto social, la dificultad en la conciliación con la vida personal, los cambios de hábitos, los problemas laborales, etc; empiezan a “pasar factura” a la salud mental de la población.
En España, y según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en este primer año de pandemia, un 6,4% de la población ha acudido a un profesional de la salud mental por algún tipo de síntoma, el mayor porcentaje, siendo un 43,7%, por ansiedad, y un 35,5% por depresión.
La gestión emocional en la empresa no es un tema nuevo, llevamos ya más de 20 años leyendo, profundizando e intentando entender cómo se gestionan las emociones en el ámbito empresarial. A día de hoy sabemos que, para tener éxito, el bienestar no es una opción, tiene que estar integrado e influye directamente en el rendimiento.
Pero ¿sabemos que es una emoción?, ¿cómo se generan?… A continuación, vamos a ir describiendo estos conceptos que están en auge.
Etimológicamente, el término emoción viene del latín emotio, que significa ¨movimiento o impulso¨, ¨aquello que te mueve hacia¨.
Las emociones son mecanismos que nos ayudan a reaccionar con rapidez ante acontecimientos inesperados. Cada persona experimenta una emoción de forma particular dependiendo de sus experiencias anteriores, su aprendizaje y sus circunstancias, todas las emociones son válidas, no existen emociones buenas ni malas.
Los pensamientos vienen de los programas mentales o creencias que tenemos desde pequeños. Estos pensamientos llevan a emociones, y estas a su vez, a sentimientos, ocasionando acciones que repetitivamente se convierten en hábitos. La repetición de esos hábitos da lugar a unos resultados y, en base a ellos, se forjan las creencias, comenzando el proceso de nuevo.
Pero… ¿qué ocurre si la mayoría de nuestros pensamientos son negativos o tóxicos? ¿Y si los hábitos que tenemos no son saludables? La buena noticia es que nuestro cerebro es neuroplástico, es decir, que lo podemos moldear cuántas veces queramos. Así como los músculos se entrenan en el gimnasio, la mentalidad sana se entrena y para ello se necesita constancia, disciplina y perseverancia
¿Qué es la inteligencia emocional?
Es una inteligencia independiente de la razón, pero ligada a nuestra sensibilidad, es decir, una inteligencia relacionada directamente con nuestro lado más humano, las emociones.
Puede definirse como la capacidad de reconocer nuestras propias emociones y las de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.
La inteligencia emocional ha pasado a ser valorada como aspecto fundamental para un buen profesional, ya que se trata de la capacidad de gestionar los distintos estados emocionales generados ante cualquier jornada o experiencia de vida.
Las características de las personas con alta Inteligencia Emocional son: escucha activa, empatía, comunicación asertiva, adaptabilidad, gestión de sí mismo, creatividad, confianza en sí mismo, cooperación y colaboración, trabajo en equipo, capacidad de negociación, enfoque y organización.