La guerra por los cielos estallaba hace unas semanas, después de que el vicepresidente del Gobierno andaluz y máximo responsable de Turismo, Juan Marín, sugiriera durante la Cumbre Mundial de Turismo que Sevilla y Málaga podrían albergar nuevas conexiones directas con Santiago de Chile (Chile) y Buenos Aires (Argentina). La sola equiparación del aeropuerto Costa del Sol -con 19 millones de pasajeros- con el hispalense – unos seis millones- levantó ampollas en las instituciones malagueñas ante la sospecha de perder una oportunidad única para reforzar su aeródromo. Como ha venido ocurriendo en anteriores decisiones, a nadie se le escapa que el centralismo sevillano pueda inclinar la balanza.
Como buen pater familias, De la Torre, se ha mostrado combativo al respecto. La sola idea de que Sevilla menoscabe el potencial del aeropuerto malacitano le irrita, pues no se trata de arrebatar conexiones sino de compartir las nuevas que llegarán como buenos hermanos.
Si nos ponemos puntillosos, las ventajas del recinto aeroportuario de la Costa del Sol son innegables. Cuenta con tres terminales, dos pistas para aterrizaje y despegue, y un know how para gestionar grandes flujos de viajeros labrado a lo largo de décadas. Por no hablar de múltiples interconexiones con Europa desde Málaga, especialmente con Reino Unido, Alemania, Irlanda, Países Nórdicos, Francia o Italia. Algo de lo que carece Sevilla-San Pablo. Por otro lado, la Costa del Sol es un destino en sí mismo con una pléyade de localidades turísticas de primer nivel como Marbella, Estepona, Fuengirola, Mijas, Benalmádena, Torremolinos e incluso Málaga capital. Si se quiere potenciar el aeropuerto de Sevilla, que se haga pero sin cercenar la expansión de su homólogo.
Marín no considera tan importante el lugar en el que aterrizan los aviones porque “la que gana es Andalucía” y se mostró contrario a convertir la región en un destino partido a trozos porque “eso sería un error mayúsculo”. De cualquier forma, el lugar elegido tiene su peso ya que se trata de trayectos de larga distancia que ambiciona cualquier aeropuerto que se precie. El vicepresidente respondió que la Junta de Andalucía no toma partido alguno y que “decidirá quien lo tenga que decidir”. Con este argumento, volvemos a la casilla de salida. Entonces, ¿quién elige la mejor candidatura? Seguimos sin saberlo. La ciudadanía debería saberlo y conocerlo.
El presidente de la Junta, Juanma Moreno, ha pedido cordura para que las posturas no desemboquen en una guerra fraticida. El nuevo inquilino de San Telmo va a tener que hilar muy fino si no quiere despertar suspicacias entre las distintas provincias, históricamente, muy maltratadas por el centralismo hispalense.