Indultador sin ánimo de enmienda. Carmelo San Martín Díaz-Guijarro - El Sol Digital
Indultador sin ánimo de enmienda. Carmelo San Martín Díaz-Guijarro

Indultador sin ánimo de enmienda. Carmelo San Martín Díaz-Guijarro

Nunca ha sido fácil ser Guardia de Corps envuelto en la arrugada camisa blanca de la España bordada en oro e hilo negro. A los adoradores del poder siempre les molesta el cilicio que les desgarra la carne bajo las túnicas de antes y los trajes entallados de ahora. Para qué hablar de principios cuando lo que cuenta son los finales. De niño quería ser Pinocho y tener amigos “guay”, gamberros, vale, pero coherentes en cada pedrada. ¿Qué se veía encima de la cama del joven Rocky Sánchez, un póster de J.F.K o del “Che” Guevara? Lo que sea se daba un aire a reproducción de un retrato de Goya. Es decir Waterloo y empezar a escuchar el sordo crujido del roce de la seda imperio sobre la vieja tarima de las miserias de aquellos que flipan volar sobre los pobres mortales. Yo soy Pedro y sobre mí edificaré mi Iglesia. Sí con talante mi padre amansó la fiera de la serpiente con pasamontañas y parabellum 9 mm, yo podré torear a los payeses y charnegos que fantasean con el Archiduque Carlos de Austria. Pasta, perdón y postureo federalista. Pero oiga, ¿… y Felipe VI?, dígale que estoy descansando, que ya le llamaré si eso…

El Presidente de la larga figura se coloca sus gafas de sol y por Rosendo Mercado se marca un “Agradecido”. Los indultados de sus condenas por poner a España en el disparadero, les han quitado las chisteras a unos mossos d´esquadra, y como Fofó le gritan a Su Graciosa Presidencia “más fuerte que no se oye”. Los “Supremos” piensan que para esto mejor hubiera sido dictar la sentencia en papel reciclado, que luego da menos cargo de conciencia tirarla a la papelera. Oriol Junqueras reza arrodillado en Montserrat y le asoman por un bolsillo del pantalón unas relucientes pinzas de capar. Los protagonistas de la arribada independentista no se arrepienten de haber ganado a España el pulso de la justicia, la legalidad y la dignidad nacional. Quizás sea por vicio, pero los ganadores no suelen arrepentirse de sus victorias, aunque sean con malas artes de por medio. Cuestión de concordia y culo en pompa. Nuestro mesiánico justiciero llegó a tildar la amargura española de revanchismo. De eso él sabe un poquito. El ansia de gloria llevó al ególatra general Custer al desastre, que no al martirio. En un recóndito cementerio parisino, cubierta la lápida por la maleza, yacen los restos del Príncipe de la Paz. Qué bonito debe ser sentirse por encima del bien y del mal …, mientras dure el sueño y hasta que aparezcan los monstruos.

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