Hay algún empleado público municipal que no cumple con su trabajo y sigue en su puesto y ningún superior, hasta la fecha y que se sepa, le ha amonestado o sancionado, y es que las cosas de palacio van despacio, ya se sabe. El susodicho perjudica a sus compañeros que sí trabajan y que cargan con la mala fama de algunos, muy pocos, que se la labran a pulso.

El pasado 5 de octubre, un ciudadano volvió a presentar una instancia de queja en la querida por todos los malagueños, la siempre ágil y eficiente Gerencia Municipal de Urbanismo. Lleva desde el pasado año -aunque no ha sido hasta el 2 de febrero cuando su solicitud fue registrada- solicitando una sencilla división horizontal de un garaje. No les cuento si se atreve ese ciudadano a pedir una licencia de obras. El daño que hacen los empleados públicos negligentes en su labor puede ser, por ejemplo, el de impedir una venta de un bien inmueble de un particular, o poner en peligro cientos de puestos de trabajo de una empresa constructora. Pero pudiera parecer que esa lentitud tan característica de las Administraciones -que alcanza dimensiones patológicas en algunos- está orientada al cumplimiento de las mil y una normas legales y la salvaguarda de los derechos de otros… no, no, se trata de que no quiere trabajar el individuo, o lo hace con tanta desgana y parsimonia que cuando resuelve ya no hay interés por parte del contribuyente o, incluso, este ha fallecido. Kafka en el Castillo, léase la Gerencia Municipal de Urbanismo.