La chica del cable - ESD134 - El Sol Digital
La chica del cable – ESD134

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Trabaja y calla

Brenda Saavedra Casiano

Te pasas toda una vida estudiando para verte obligado a seguir haciéndolo a la edad en la que tus padres ya tenían puesto fijo y hasta a ti entre sus brazos. Es eso o aceptar un trabajo que nada tiene que ver con lo tuyo, donde las condiciones laborales no llegan ni a aceptables y, lo peor, sin un plazo determinado que muestre que es temporal. Pocos jóvenes de hoy en día tienen la fortuna de terminar sus estudios y comenzar a trabajar en aquello para lo que se han preparado. Una inversión de dinero, tiempo y esfuerzo de toda una familia cuyos frutos no se sabe cuándo llegarán. En realidad, se ha normalizado. Terminar y seguir estudiando, “porque la cosa está muy mal”, o aceptar cualquier puesto con cualquier tipo de contrato, “al menos para ir tirando y tener un dinero”, es una constante que ya casi no sorprende. Puedes ser psicólogo y sólo ejercer con los clientes a los que cada día les sirves café en el bar donde trabajas cobrando cinco euros la hora, o profesor y que lo más cerca que estés de los niños sea cuando van a probarse ropa al probador en el que te pasas horas doblando prendas. Da igual, tú trabaja y calla, que para eso nos han educado, porque la crisis -que quieren hacer creer que no ha pasado- es para todos.

Como ovejas siguiendo el rebaño, los jóvenes se conforman y aceptan, porque más vale poco que nada y porque la suerte de terminar y ejercer tu profesión sólo les ocurre a unos pocos. Porque los hay. Aunque sea como conseguir pelo de unicornio, existen y hay quiénes los han visto. A lo mejor no están para tirar cohetes con sueldos que den para llevar una vida, pero al menos están ganando experiencia y poniendo en práctica su vocación, pese a que estén a años luz -como el resto- de poder independizarse. ¿Irse de casa y vivir para trabajar? Porque eso de trabajar para vivir -y no al contrario- es un cuento chino que cada vez queda más lejos. Claro que los jóvenes quieren salir del nido, tener su espacio, crear su propio hogar y lograr una independencia plena, pero, para la gran mayoría, no es posible. No en estos tiempos que corren. Coge 800 euros, paga 500 de alquiler -si no quieres compartir con extraños o conocidos en tu situación y que, una vez más, te privan de ese espacio vital-, 100 de comida, otros 100 de gastos y alrededor de la misma cantidad para transporte o gasolina. Ya está, enhorabuena, has llegado a fin de mes.

Llegar, se llega. Claro que se llega. Pero quédate en tu casa, disfruta de un buen canal de televisión -que viene incluido en las facturas-, del salón -que también lo tienes pagado- y de los menús que hayas organizado con la comprita mensual o los tápers que tu madre te manda cada semana para que guardes un poco más y al menos te puedas dar un paseo los domingos. Independizarse: tachado de la lista de cosas por hacer algún día. Formar una familia: quizás para otra vida.

“Es que la gente de hoy en día ni tiene hijos ni se casa”. Señoras y señores, de entre los 800 euros alargados, ¿de dónde deben sacar el dinero para pañales y todo lo que conlleva un bebé que después crecerá y necesitará libros y un sinfín de cosas de una lista que no acaba? Y, ¿casarse? Sí, así se pueden compartir gastos, pero a ver quién paga una boda, porque, aunque la razón primera es firmar un papel, el que quiere contraer matrimonio -en la mayoría de los casos- sueña con hacerlo de otra manera que probablemente hoy sea inalcanzable. Además, con la inestabilidad que brindan los contratos temporales y las condiciones que éstos presentan, a ver quién se la juega a meterse en todo esto y verse un mes vestido y alborotado.

No. Para nadie es fácil. Pero hay muchos que se siguen agarrando a la crisis para aferrarse a no cambiar las cosas. Ésta ya pasó, pero tú calla y sigue trabajando.

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