Pasados los tres primeros trimestres del año, Málaga ha registrado ventas a otros países por valor de 1.354 millones de euros, el 9,2 por ciento más que en el mismo periodo del año anterior, según los datos del Ministerio de Economía y Competitividad. Pero en 2014 Málaga ya despuntaba superando sus propias marcas.
Es sabido que tras el inicio de la crisis a finales de 2007, el volumen de exportaciones de la provincia ha crecido, nada más y nada menos, que un 66 por ciento al verse empujadas las empresas a buscar nuevos mercados dada la debilidad del nacional.
Redoblar los esfuerzos institucionales de apoyo a nuestras exportaciones y atreverse a salir fuera por parte de empresas que todavía no lo han hecho es clave para que la economía provincial presente mejores resultados, especialmente en el empleo.
También las importaciones crecen en lo que va de año un 18,8 por ciento, confirmándose la subida del consumo y de la demanda interna. Así, la balanza comercial de la provincia presenta en estos momentos un superávit de 76,1 millones de euros. Estos datos, sin embargo, no deben llevarnos al autoengaño, nos queda mucho por hacer y para alcanzar objetivos más ambiciosos es prioritario que el sector industrial de Málaga despegue de la atonía en que se encuentra. El aceite y los subtropicales se llevan la palma en cuanto a nuestras exportaciones pero limitarse a las agrícolas es condenarse a unos topes muy modestos y que pueden sufrir en cualquier momento un ciclo depresivo. Por muchas razones, pero principalmente por una prudente diversificación, Málaga precisa de una base industrial de más peso en nuestro PIB, consolidando un tejido productivo ahora demasiado escorado al sector servicios.