El Kremlin se beneficia de la ingenuidad y hasta de la ignorancia de algunos líderes europeos y demuestra su preparación en situaciones de crisis como las actuales. Se recuerda el varapalo de Serguéi Lavrov (71 años), ministro de Exteriores ruso, al responsable de la diplomacia europea, y que no dimitió, José Borrell con los políticos presos del procés. Después, la larguísima mesa entre Putin y Macron evidenció como ridiculizar a un invitado extranjero. Y ahora le ha tocado el turno a Liz Truss, ministra de Exteriores británica, quien visitó Moscú la pasada semana buscando emular un histórico viaje de Margaret Thatcher, sin ser la premier británica, no cabe duda.
Le preguntó Lavrov en rueda de prensa a Truss: “Usted reconoce la soberanía de Rusia sobre las regiones de Rostov y Voronezh, ¿no es así?”. La británica respondió que “el Reino Unido nunca reconocerá la soberanía de Rusia sobre estas regiones”; menos mal que Deborah Bonnert, la embajadora británica, intervino de inmediato para explicar que esas regiones no están en cuestión, y no son las disputadas en Ucrania, según dio cuenta el periódico ruso Kommersant citando dos fuentes diplomáticas no identificadas. La ministra quedó como una ignorante. Pero también la pasada semana Moscú se burló de Truss al confundir el mar Negro con el Báltico. “Si alguien necesita que lo salven de algo, es el mundo, de la estupidez e ignorancia de los políticos anglosajones”, recalcó ácidamente Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Exteriores. Eso sí, en Occidente apenas trascienden estos patinazos diplomáticos. Así nos va.