No estamos seguros de si habrá sitio para todo el movimiento #MeToo en esta mazmorra y si será lo suficientemente confortable para los gustos de la élite de la hipocresía. Ahora, el caso de Kevin Spacey se ha vuelto como un boomerang contra quienes lo lanzaron. La Fiscalía ha retirado el único caso penal contra él, aunque el daño ya está hecho y su carrera cinematográfica arruinada. Resulta que quien le acusaba se ha negado a declarar en el juicio invocando la Quinta Enmienda de la Constitución de los EEUUU, que permite a los ciudadanos no hacer declaraciones que puedan ser autoincriminatorias, lo que arroja sombras sobre la credibilidad de este acusador.

Pero hay más ejemplos. Woody Allen ha sido silenciado casi totalmente después de que su ex compañera Mia Farrow le acusara de abusar sexualmente de la hija adoptada de ambos, Dylan. Sin embargo, dos informes de la Policía habían exculpado a Allen. En cambio, la actriz Asia Argento, la primera en denunciar al productor Weinstein, y líder del movimiento #MeToo, ha sido a su vez acusada de acosar a un menor, el actor Jimmy Bennet, pero este hecho no ha tenido repercusión. Y es que para algunos medios de comunicación hay dos varas de medir, aunque con una se produzca un daño injusto y terrible en las personas.