Baje a esta mazmorra, Alberto Garzón. No por ignorante, que lo es, sino por el peligro que representa que como ministro hable. Sus ataques al sector turístico español, de los primeros del mundo, revelan desconocimiento y hasta animadversión a un sector económico tan potente. Quizá él piense que cuanto peor, mejor, y así sus ideas comunistas podrían tener más eco con más paro. Garzón hace daño al empleo de miles de trabajadores que deberán recordar sus palabras cuando haya ocasión para que no pise el Congreso de los Diputados.