Pedro Sánchez acaba de sacar un nuevo conejo de la chistera, la consulta a los afiliados sobre el gobierno que pretende formar con los enemigos de España, tanto antisistemas como independentistas, que vienen a ser lo mismo. Acosado por los barones de su partido –menos la balear- este nuevo golpe de teatro le da cierto margen para seguir negociando su investidura a cambio de la inclusión en el Consejo de Ministros que presidiría a Pablo Iglesias, líder de Podemos, y a otros defensores del régimen venezolano y de la teocracia iraní. Además, el Congreso federal ya tiene fechas, en mayo. Pero la clave está en que si hay convocatoria de nuevas generales hay que celebrar antes las primarias para elegir al candidato, como pretenden los oficialistas, y posponer el Congreso; pero los críticos dicen que antes es el Congreso. Lo cierto es que nadie va a querer ser candidato si no controla el aparato del partido. Después, hay otra trampa, ese referéndum a la militancia no es vinculante, así que ¿para que tanto ruido si después puede hacerse lo que convenga? En fin, lo único claro es que Pedro Sánchez quiere ser presidente a cualquier coste. Que pagaremos todos, claro.