El mal efecto que produce pasear por el Centro Histórico y que te salgan al paso para instarte a entrar en un restaurante o un bar perjudica la imagen de Málaga. Decimos que no y seguimos andando pero ahora es la joven de una ONG la que nos corta el paso y nos pregunta si tenemos un minuto, o nos interroga acerca de si sabemos quiénes son Médicos sin Frontera, un poner. Después hay otro individuo que está apostado en la esquina y nos alarga un panfleto sobre sanación por la imposición de manos. Y está quien pide una ayuda desde el suelo o el que nos espeta si puede decirnos algo porque tiene que subir a un autobús camino de no sé donde y le falta un euro. Y así.
Estas ofertas cutres y maleducadas y la mendicidad, que es otro asunto, obviamente, impiden el normal y tranquilo tránsito por las calles del centro y deberían encontrar alguna clase de control ya que la autorregulación vemos que no se da. El respeto por los derechos de todos, de todos, es exigible.