No pueden ser otros los que ingresen en esta pequeña mazmorra que los cómplices de la brutal represión del pueblo venezolano. En España, se llaman Podemos y sus distintas marcas, con Pablo Iglesias al frente. Aquí ponen el grito en el cielo porque se prohíbe en un estadio deportivo la bandera secesionista catalana, aunque después un juez la reponga, pero se quedan mudos ante el atropello, los golpes, el racionamiento y las colas para poder comer en el país latinoamericano. En una hora en la que el pueblo venezolano se juega su libertad, ésta se convierte en esa frontera nada imaginaria que sitúa a un lado y otro de la misma a quienes defienden los derechos humanos, la democracia y el progreso de un pueblo y sus enemigos, aunque hayan pasado por la sala de maquillaje minutos antes de entrar al plató electoral.