“Han podido cometerse errores: es humano. Y se han asumido responsabilidades”, declaró la ministra de Defensa, Margarita Robles, en una comparecencia parlamentaria para explicar el proceso de vacunación en las Fuerzas Armadas. En cambio, defendió con “ardor guerrero” a su subsecretaria,  Amparo

Valcarce, y sus instrucciones para la vacunación del personal militar. En cuanto al Jemad, Miguel Ángel Villarroya, éste sería el que habría cometido un error, por lo que tuvo que presentar su dimisión.

Sostuvo Robles que las órdenes de Valcarce, criticada entre otros por Ciudadanos, fueron “perfectas”, volcadas en la orden de vacunar primero al personal sanitario. Y, de hecho, se mostró enfadada por la alusión de que respalda más a Valcarce porque tiene “vínculos afectivos” con ella y porque ella está más ligada al PSOE. “Yo cuando trabajo no tengo amigos, tengo personas que dependen de mí”, dijo. “No le acepto los comentarios”. ¿No es lógico que la cúpula militar se vacune la primera para garantizar el mando de las Fuerzas Armadas, ya que el contagio de éste representaría más gravedad que la enfermedad en cualesquiera otros escalones del mando? Pues no, la ministra y su subsecretaria, que entienden mucho de militares, piensan otra cosa.