Parece, pero solo parece, que hay cierto entendimiento entre el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de la Gestora socialista, Javier Fernández, acerca de los límites de la reforma constitucional. Que los dos grandes partidos de la escena española estén de acuerdo, aunque solo sea en los mínimos, es de celebrar después de la política del no es no. Seguro, además, que Ciudadanos se sumaría a una reforma tan razonable como necesaria de la Carta Magna. Pero que nadie espere que esa reforma va a limitar las competencias de las Comunidades Autónomas, sobre todo de las más belicosas, fuente de males de la actual situación política, no, los tiros irán en todo caso en sentido contrario, aunque respetando el artículo 2: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
Lo que debería advertirse es que dada la voracidad nacionalista en Cataluña y País Vasco, por este orden, nada será nunca suficiente, de ahí que de aquellos polvos estos lodos, y mañana ya se imaginarán.