“No hay pan para tanto chorizo”. Este dicho se ha popularizado últimamente en especial en pintadas, pancartas y redes sociales. El motivo todos lo sabemos. Lo que quizá no sepan algunos es el por qué de denominar chorizos a los ladrones o “mangantes”, en especial a los de cuello blanco: los corruptos o corruptores, que tanto abundan últimamente. El vocablo tiene su origen en el caló, que es una variante del romaní. “El caló es un idioma mixto formado por la inserción de un léxico romaní en una gramática castellana. Es una forma de hablar y no un lenguaje; lo que sí es un idioma es el romaní, romanó o romanés. Lo hablan millones de personas en decenas de países». Es el idioma de los romá, romaníes o gitanos. Donde más abundan, más se habla romanó: Rumanía, Eslovaquia, Chequia…”, afirma Juan F. Gamella, catedrático del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Granada. La acción de robar se dice en caló “chorar”. Otras palabras similares son las utilizadas para referirse a un ladrón: “choraró”, una ladrona: “chorí”, etc. Con el tiempo, la utilización de estos vocablos en el lenguaje coloquial entre la población paya, acabó transformándolas en chorizo o choricear, tal y como hoy las conocemos y han pasado al diccionario de la Real Academia, que en su segunda acepción resultan ser sinónimos de ratero o ladronzuelo. Pero la RAE se queda corta, ya que lo que tenemos ahora no son rateros o ladronzuelos sino verdaderos ladrones que roban millones a las arcas públicas. Es curioso que la palabra tenga su origen en el lenguaje de los gitanos, o sus congéneres. Aquí viene bien otro dicho: “Unos tienen la fama y otros cardan la lana”.
Richerdios