Cuando esto escribo, domingo 26 de noviembre, se anuncian, para la semana entrante, lluvias copiosas en Málaga y el resto del país. La noticia es bienvenida, salvo que, como otras veces, al menos aquí en nuestra ciudad y provincia, quede en agua de borrajas. Los campos están sedientos y socarrados y los pantanos en el mínimo por todo el país, como hace tiempo no se conocía. Ya sabemos que esta no es la primera sequía grave de la historia. Por desgracia son frecuentes, pues nuestra España es, se mire como se mire, un país árido y de clima en ciertas zonas semidesértico. No obstante, hay además otra influencia que agrava la situación: el calentamiento global. Ya hace días que vengo oyendo en diferentes reportajes, entrevistas y noticias que cosechadores de todo tipo explican cómo se ha adelantado la recogida de frutos, en algunos casos hasta dos meses, por la subida generalizada de las temperaturas. La postrera hace un par de días: vendimiadores aseguraron haber recogido a uva en la última semana de julio, situación insólita que antes no se producía. No nos tomamos en serio el efecto invernadero, ni sus consecuencias, ni las medidas que deberían aplicarse para combatirlo. Es muy frecuente oír a expertos en el asunto denunciar que es ya tarde para remediar algunos efectos, pero otros dicen que aún se está a tiempo de corregir los más graves si se ponen los medios adecuados -que no son fáciles y exigen sacrificios de todos, pero más de los que anteponen sus intereses particulares a los del común, como por desgracia sucede en muchas otras facetas de la economía-. Pero por desgracia parece no haber intención clara de hacerlo, o no querer ponerle coto inmediato, por parte de las administraciones o las instituciones españolas y mundiales, a quienes corresponde aplicar aquellas en favor del bien común nuestro y de nuestros descendientes. Y las organizaciones mundiales aprueban medidas que en su mayor parte no se toman luego, y en muchas ocasiones por países que no las aceptan. Nuestra condena más enérgica a esta falta de visión y de codicia extrema. Richerdios.