La Sonrisa de Gioconda - ESD160 - El Sol Digital
La Sonrisa de Gioconda – ESD160

La Sonrisa de Gioconda – ESD160

Nos habíamos quedado, en la columna anterior en la entrevista Hitler-Franco en Hendaya (sigue). En medio de los enfrentamientos este-oeste, hubo en Europa, y luego en los EE.UU., un movimiento que, tras la primavera de Praga, trajo algo nuevo a las conciencias de los ciudadanos de occidente. Se produjeron los acontecimientos del 68, que sacudieron la acidia de las conciencias de gran parte del mundo, y desde luego las de la universidad española. La primavera de Praga y el mayo francés agitaron como un huracán las ramas quietas y aletargadas; un cascabeleo diferente fue percibido por los miembros distraídos o inanes de toda la intelectualidad europea, y como ondas propagándose al caer de una piedra en las aguas sosegadas y tranquilas, fue transmitiendo al resto del mundo occidental el mensaje revolucionario dimanante; y con él el despertar a una nueva ilusión y a una manera diferente de afrontar los problemas de una sociedad adormecida o anestesiada. Las masas se estremecieron y un viento de cambio recorrió las mentes aberradas y obnubiladas, que se avisparon, y, buidas, amanecieron así a una nueva época en la cual las crisis de conciencia colectiva hicieron desmarcarse de aquella polarización que habían impuesto los dos grandes bloques antagónicos en su pulso permanente por el dominio militar y político del mundo. Y el peso ideológico lo llevaron no los existencialistas como Sartre, sino otros más comprometidos políticamente con la nueva izquierda de entonces, como Marcuse (El Hombre Unidimensional), Wilhelm Reich (freudomarxista), Raoul Veneigem y su “Tratado del Saber Vivir para Uso de Jóvenes Generaciones”, y en especial el filósofo marxista Louis Althusser, con el que tuvo profundas controversias y enfrentamientos doctrinales el propio Sartre. Y mientras tanto en España había ya otros muchos que intentaron sumarse con riesgo de su libertad, y aun de sus vidas, a las aguas procelosas, turbias y torrenciales: las del discurrir de las vidas ciudadanas más involucradas en esa lucha sin cuartel por acabar con la aceda y acescente dictadura; una dictadura tan vergonzosa de recibir tal nombre, que hasta lo prohibía en los medios de difusión mediatizados y dirigidos, como todo lo público y hasta lo privado, en esa época oscura, acibarada y difícil. (seguirá). Richerdios.

 

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