La Sonrisa de Gioconda - ESD167 - El Sol Digital
La Sonrisa de Gioconda – ESD167

La Sonrisa de Gioconda – ESD167

Nos habíamos quedado en la columna anterior en algunos de los sucesos ocurridos durante la dictadura (sigue). El asesinato por ETA del presidente del gobierno, el almirante Carrero Blanco, el primero nombrado por Franco, quien siempre había compaginado ese cargo con la Jefatura del Estado. Magnicidio aplaudido y jaleado por muchos, lo que constituyó un error manifiesto, ya que dio alas a la organización terrorista nacida hacía ya algunos años y la hizo, aunque de manera provisional, ser vista con simpatía por algunos ofuscados incapaces de vislumbrar el peligro que esa banda asesina representaba para la estabilidad del país. En pocos días fue sustituido por el no menos retrógrado Arias Navarro en un nombramiento incomprensible, como no fuera por los apoyos que en la órbita familiar sustentaban al elegido; el cual ocupaba hasta el momento el cargo de director general de seguridad y se suponía que era responsable directo de la del presidente asesinado. Carlos Arias, meses después, realizaría un pálido y equívoco intento aperturista en el régimen: el llamado espíritu del doce de febrero, que se diluyó, por muchas causas que lo hacían inviable, de forma casi inmediata. El garrote vil dado a Salvador Puig Antich, activista libertario, juzgado sin las mínimas garantías y ejecutado contra el clamor internacional y el rechazo personal de aquellos españoles que eran enemigos acérrimos de la pena de muerte. La revolución de los claveles en Portugal y el restablecimiento en ese país de la democracia; lo que era como un soplo de aire fresco por el efecto mimético que sin duda había de producir en nuestro país. El congreso de Suresnes, que abrió las puertas de la dirección del partido socialista obrero español a la nueva pléyade de dirigentes del grupo sevillano, encabezada por Felipe González: el Isidoro de la clandestinidad, renovador de unas estructuras obsoletas, pero sin abandonar de momento su tinte marxista y sobre todo el marchamo de llevar en su programa la dictadura del proletariado como meta. Las nuevas ejecuciones, esta vez fusilamientos, de cinco activistas de ETA y el FRAP, contestadas en el ámbito interno y en el internacional, tanto por la patente falta de seguridad jurídica en los procesos, cuanto por la crueldad que suponía el suprimir vidas humanas, aunque fuera a manos del Estado, que para muchos no tenía legitimidad ni en ese caso ni en ninguno. La concentración multitudinaria posterior en la Plaza de Oriente, último acto público de Franco antes de su larga y penosa agonía; cruel también en opinión de muchos, y que se fue prolongando tal vez para satisfacer seguridades y proyectos inacabados de gran parte de los que le rodeaban, y que, al final y por fin, supuso la desaparición física del dictador de manera natural, abriendo con ello el camino al tan anhelado y por fin atisbado cambio, el cual se personificó en la figura, todavía impredecible y enigmática, del rey Juan Carlos I. Y en el interregno, la marcha verde marroquí y con ella la pérdida del Sahara, con el apoyo encubierto de los Estados Unidos. (seguirá). Richerdios.

 

CABRA DE LUNA ABOGADOS

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