El pasado 2-D la vida de Juanma Moreno, candidato popular a la Junta de Andalucía, vivió un cambio de rumbo radical. Las horas de Moreno en el partido estaban más que contadas, pues su apoyo en las primarias del PP a Soraya Sáenz de Santamaría unido a una derrota en las elecciones andaluzas era una suma con resultado inequívoco. Pablo Casado fue un apoyo que acompañó a su candidato de la mano durante el tramo final de la campaña electoral, pero el mismo Casado iba a ser quien le diera el puntapié de despedida. Moreno no ganó las elecciones, perdió 300.000 votos y siete escaños, pero nunca un fracaso fue tan dulce. El presidente del PP andaluz estaba actualizando su perfil en LinkedIn cuando de repente surgió la sorpresa. Juanma Moreno salió exultante a la rueda de prensa posterior a los comicios, y sin el 100 por ciento de los votos escrutados anunció a los cuatro vientos su candidatura a la presidencia de la Junta de Andalucía.
En sus declaraciones, Moreno no hizo mención alguna a que los resultados del PP son los peores desde 1990. Los números del aspirante popular cojean, pero dos buenas muletas arreglan todo. Ahora Moreno deberá negociar con generosidad, especialmente con Ciudadanos, que tras su subida coquetea con la posibilidad de que Juan Marín sea el presidente de la Junta de Andalucía. El propio Juan Marín ve legítimo que su partido lidere el cambio en Andalucía, pues considera que existe un “empate técnico” en votos. Ciudadanos no quiere dar su brazo a torcer a la primera de cambio, pero seguramente Marín sabe que una diferencia de 89.644 votos no es de empate técnico. El caso de Juanma Moreno es una prueba irrefutable de que nunca se puede dar nada por sentado, y menos con la magia de la Navidad tan presente, pues pueden pasar cosas imprevisibles, como que Quim Torra haga un ayunito de 48 horas para empezar a prevenir los excesos de las fiestas, aunque el propio Torra no se priva de excederse nunca.
