Las crisis existen, suceden y estallan. Claro está, persisten y acaban diluyéndose. Mientras no se les ponga remedio más dañinas resultan. El sentido común, la buena gestión y la agilidad son claves para resolverlas. Sin embargo, cuando nos salpica, ya sean administraciones públicas, empresas e incluso particulares, la cosa cambia. Entonces, nadie entona el mea culpa. Entonces, asistimos a un partido de rugby en el que todos evitan la pelota que pasan al tejado del otro sin miramientos. Y así, sucesivamente. La experiencia en democracia no nos ha hecho más adultos ni siquiera más sensatos. Y esto es un fracaso. Me quedo perplejo al comprobar que nadie asume su responsabilidad ante un problema, como la listeriosis, que ha contagiado a 200 personas y causado tres muertes.
Aquí todos lo hacen bien. Nadie comete fallos. Es la sociedad que hemos creado. Un entorno donde admitir los errores, por pequeños que sean, es un síntoma de fracaso y debilidad.
El otro día, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, defendía la gestión de su gobierno y el buen hacer de la consejería de Salud ante el mayor brote de listeriosis de la historia de España. Se mostraba orgulloso de las actuaciones de la administración andaluza y acusó directamente a la empresa Magrudis por no haber hecho bien su trabajo. Bonilla, incluso, sacó pecho al afirmar que “probablemente, estamos escribiendo un nuevo relato en el combate de la listeria en España y en el mundo”. Le faltó añadir que Andalucía podía hasta con el ébola. Le honra, eso sí, su intención de elaborar un informe posterior mucho más exhaustivo.
Previamente, el gerente de Magrudis, la empresa que fabricó la carne contaminada, José Marín, insistía en que la planta cumplió con todos los protocolos de higiene y sanitarios exigibles. Pedía perdón a los afectados y lamentaba el daño ocasionado. La última inspección sanitaria en sus instalaciones sucedió en julio de 2017. Basándose en el calendario que exige la Junta, estas inspecciones debían tener lugar 18 meses después, extremo que no sucedió nunca. El Consistorio hispalense tampoco llegó a renovarlas porque la norma tampoco le obligaba.
Ponemos un punto y aparte y nos vamos a Martínez León, empresa que comercializó la marca blanca de ‘La Mechá’. Desde su dirección, aseguraban que también cumplían con los protocolos de conservación y distribución según la normativa vigente. Además, añadían que su competencia era distribuir “sin mediar en su manipulación”. Se les olvidó mencionar que el fabricante de origen no constaba en el nuevo etiquetado provocando una pérdida de tiempo precioso con los lotes infectados.
Al final, uno tiene la sensación de que está rodeado de párvulos malcriados que han hecho algo malo y no quieren asumir la culpa. “A mí, que me miren. Yo no he hecho nada, señorita”. Como decía el cantante Ismael Serrano, “la excusa más cobarde es culpar al destino”. Por eso, soy de la opinión de que “entre todos la mataron y ella sola se murió”.