Cuando uno habla de ecologismo, de economía verde, o de lucha contra el cambio climático enseguida saltan las alarmas y cunde el descrédito. Muchos imaginan a un grupo de veganos radicales, de pelo largo, hostigando con pancartas y ataques virtuales a las grandes multinacionales. La realidad es bien distinta. Tiene más aristas y es mucho más compleja. Nos empeñemos o no, y aun queriendo sustraernos a ella, hay una verdad avalada por los científicos y es el calentamiento global del planeta. La mentira tiene las patas muy cortas y quienes negaban la mayor han dejado de cuestionar su verdadero alcance.
Sentados en nuestras casas, este fenómeno tan dañino no pasa de un asunto irrelevante en los informativos. No obstante, detrás del cambio climático se encuentra un poderoso jinete del apocalipsis. Sí, lean bien, del apocalipsis. Pero seamos prácticos. Dejemos a un lado los sueños de un planeta mejor, de un mundo ideal. Echemos cuentas. El fenómeno de gota fría que azotó el levante español días pasados y conocido como Dana ha dejado un panorama desolador tanto en las poblaciones afectadas como en las huertas murciana y alicantina. La factura pone los pelos de punta. Una primera estimación de los perjuicios, ocasionados por el temporal, arrojan un montante de 190 millones de euros, según el Consorcio de Compensación de Seguros y unos 30.000 afectados. Aquí debemos excluir la pérdida de cosechas, unos 200 millones para las organizaciones agrarias, y los daños en infraestructuras (puentes, carreteras, autopistas, túneles, acequias, vías férreas).
Si echamos la vista atrás, en octubre de 2018, la víctima fue la localidad de Campillos y todo el entorno de Antequera y Guadalteba. Solo allí, el coste de la tromba de agua ascendió a más de 40 millones. Otro dato más, el tren Avant entre Málaga y Sevilla estuvo paralizado casi un año por el derrumbamiento del puente ferroviario que salvaba el río Blanco, en la provincia sevillana.
Podríamos continuar sine die citando catástrofes no provocadas, aunque sí amplificadas, por el cambio climático. La cuenca mediterránea y el Levante siempre se han caracterizado por lluvias torrenciales. Sin embargo, las gotas frías se multiplican en el tiempo con inundaciones que siguen pulverizando récords. Los incendios en Galicia, por ejemplo, cuestan casi 400 millones cada año al erario público.
Precisamente, la revista National Geographic enumeraba este cóctel maravilloso en el que se alineaban olas de calor, inundaciones, desertificación, incendios forestales, aparición de especies invasoras (como el alga asiática Rugulopterix okamurae), sequía y el aumento del nivel del mar. Si España no diseña una política medioambiental seria y de verdad, estamos abocados al desastre. Y no me refiero a desastre natural sino a una factura que, ríase usted de la crisis económica. Debemos presionar a los políticos para que sean conscientes de esta realidad. Los desafíos ‘verdes’ no venden, no preocupan. Sin embargo, su impacto en la economía es innegable pero tan enorme, que da hasta miedo.