El sector turístico sufre un auténtico terremoto. A la quiebra de Thomas Cook, se ha sumado la suspensión de pagos de las francesas XL Airways y Aigle Azur. Cada caso tiene sus propias particularidades, pero evidencian, en conjunto, la profunda fractura que vive el modelo turístico. Una fórmula basada en un sector aéreo hipertrofiado de low cost que conviven con modelos de touroperación algo desfasados.
La caída de la multinacional británica deja huérfana una pata innegable del sector, como es la profesionalidad de quienes velaban por el viajero. De común, al contratar online un hotel o un billete de avión lo hacemos por nuestra cuenta y riesgo (Booking, Expedia, AirBNB, TripAdvisor). Nos guiamos por las opiniones de otros internautas que pueden, o no, compartir nuestros deseos; y por fotografías demasiado ampulosas. Cuando comprobamos que el destino no se ajusta a la imagen idealizada, ya es tarde. Nuestra pataleta se reduce a lanzar un furibundo tuit o arremeter contra el alojamiento subiendo una opinión a Google. Si queremos viajar por todo el mundo a precio de mochilero, tenemos que sacrificar ciertas garantías. Por ejemplo, la experiencia y la solvencia del profesional que nos atendía en una agencia de viajes. Alguien, con tablas que respondía a todas nuestras inquietudes. Tendremos que conformarnos con nuestro olfato de ‘expertos’ y tener suerte. También debemos olvidarnos de los paquetes integrales que aunaban vuelo, traslado, hotel, pensión y excursiones. Una fórmula muy cómoda que nos hacía la vida más fácil. Vamos, lo que se dice cuando alguien nos lo da ‘todo frito y cocido’. El nuevo modelo individualizado y remoto ha llegado para quedarse, con todos sus ‘pros’ y sus ‘contras’. Aunque más despersonalizado y frío ha servido, sin embargo, para democratizar los viajes adaptándolos a cualquier bolsillo. Con todo, la lucha por ofrecer las tarifas más bajas en el sector aéreo ha provocado una guerra fratricida que ha dejado un reguero de víctimas.
Thomas Cook, XL Airways o Aigle Azur no han sido las primeras este año. Le han precedido, en esta cascada, la alemana Germania; Wow Air (islandesa), Flybmi y Jet Airways. Resulta dramático que el sector se autorregule a golpe de quiebra. Y aún desconocemos si quedan más por sucumbir. Pese a ello, las grandes del bajo coste como Ryanair o Norwegian tampoco lo están pasando bien. A los altos precios del crudo se suman la alta conflictividad laboral y márgenes de explotación demasiado ajustados. Precisamente, un modelo de negocio vulnerable al más pequeño desliz. Dicho de otro modo, un mocoso que estornuda en medio de una guardería repleta de pequeños. El otoño se antoja caliente en el sector turístico y aéreo. Cómo decía la canción de Golpes Bajos: son…”malos tiempos para la lírica”.