“La sonda Dawn, de la NASA, ha encontrado compuestos orgánicos en la superficie de Ceres, un planeta enano del cinturón de asteroides situado entre Marte y Júpiter. Desde que la nave llegó a este cuerpo de 950 kilómetros de diámetro en primavera de 2015, sus instrumentos han demostrado que contiene agua helada y compuestos hidratados. Hasta podría esconder un océano subterráneo”. No se me alcanza si esta noticia tiene algo que ver, siquiera sea remotamente, con los avistamientos extraños en los cielos de Málaga a que me referí semanas pasadas. Pero, en todo caso, lo que sí es seguro es que la investigación del universo nos va a ir deparando hechos extraños, o quizá no tanto, en un futuro. Ya dije entonces que a mí me importaba poco si había o no extraterrestres. Siempre y cuando no sean agresivos conquistadores, pues un intercambio de saberes con una civilización más avanzada sería de agradecer, sobre todo si esa civilización es más igualitaria y cree en los derechos de todos al mismo nivel y no defiende los privilegios de los poderosos por encima del resto de los mortales, pues seguramente tan mortales serían los foráneos como nosotros. No es que haya vida inteligente en Ceres con seguridad, pero acaso la hubo en el pasado y es el origen de la nuestra, según se desprende de la noticia que concluye así: “Michael Küppers, de la Agencia Espacial Europea, dice que ya que Ceres es un planeta enano que aún puede conservar parte del calor interno generado durante su formación, e incluso tenga un océano subterráneo, esto abre la posibilidad de que pudieran haber aparecido formas de vida primitivas”. Ceres se suma a Marte y varios satélites de Júpiter y Saturno que también podrían albergar, o haber albergado, vida. Richerdios