Juan Alberto Gómez.- Hay iniciativas públicas que ponen en entredicho el gasto público o aventuras que emprenden las administraciones, más voluntariosas que efectivas. Sin embargo, en el seno de la colaboración público-privada, ha surgido un concepto disruptivo que está revolucionando la inserción laboral, las lanzaderas de empleo. Quien desee explorar su origen descubrirá con sorpresa que su promotor no es ninguna agencia pública o una institución europea sino el dibujante y escritor José María Pérez ‘Peridis’. Y no es la primera vez que este arquitecto y visionario se ha arremangado la camisa para brindar soluciones a un mercado laboral saturado y cambiante. Hace unas décadas, puso en marcha de forma exitosa los primeros programas de escuelas taller y casas de oficio de España. Un fenómeno que se exportó y contagió a numerosos países.
Las ‘Lanzaderas de Empleo y Emprendimiento Solidario’ surgen en 2013 como respuesta a la devastadora crisis que vivía nuestro país. Su misión, desde entonces, ha sido facilitar a desempleados las herramientas con las que afrontar en mejores condiciones la lacra del paro. Su ventaja, frente a planteamientos de inserción parecidos, es su carácter dinámico, intensivo y proactivo. Cada lanzadera la componen unas veinte personas de edades, perfiles y trayectorias muy diferentes. Esta diversidad permite que cada miembro se apoye en el resto para abordar los distintos proyectos que han de ejecutar durante los cinco meses que dura la experiencia.
En una primera fase, trabajan la motivación y la construcción de equipo. “Esta conjunción impone una cultura colaborativa que se retroalimenta. De hecho, funcionan como si fueran una empresa”, nos cuenta el responsable de Comunicación de la Fundación Santa María la Real, Jaime García Prado. Entre ellos, comparten conocimientos y experiencias. Básicamente, “se sacuden la desmotivación, se conocen a sí mismos, y ponen en valor sus capacidades”. Es lo que se viene a denominar empoderamiento. A nivel práctico, se plasma en acciones tremendamente eficaces, como modernizar los currículums, simular entrevistas de trabajo, mejorar las competencias digitales, aprender a hablar en público o diseñar un plan de búsqueda laboral. Pero no todo se reduce a estas tareas ya que la lanzadera incrementa el lado más creativo de sus miembros. Y lo hace a través de muy diversas tareas. “La clave de todo esto es que obtengan las herramientas necesarias para desempeñarse, sin problemas, en los procesos de selección, tanto presentes como futuros”, explica el técnico de la lanzadera de Ronda, David López Rodríguez. El coordinador trata de que cada desempleado asuma un rol vinculado a su pasado profesional. “El que sabe de informática se encarga de llevar las redes, ayudar al resto en labores de ofimática; si tenemos alguien con conocimientos de marketing se encarga de supervisar el diseño de los currículums, la imagen corporativa de sus compañeros, etc.”.
Durante las primeras semanas, “reciben las piezas del puzle que aprenden a montar en la segunda fase”. Una vez tienen sus armas a punto y los escudos bien ceñidos, toca verse las caras con los empresarios que les pueden contratar. “Ellos organizan todo como si fueran una agencia de colocación. Esto es: realizan llamadas, visitas a empresas, elaboran mapas de empleabilidad, etc.”, subraya García Prado. Todo es poco para lograr el mayor impacto durante su búsqueda. El concepto de lanzadera se demuestra aquí muy dinámico porque “ni es un curso para hacer currículums ni una agencia de colocación”, recuerda el responsable de la fundación. Gracias a estos elementos innovadores, el 60 por ciento de sus integrantes ha vuelto al mercado laboral como trabajador o ha montado su propio negocio.
Otra de las virtudes, es que la operativa es muy liviana para el Estado. No en vano, la financiación y el esfuerzo se distribuyen de manera muy equitativa entre organismos públicos, empresas y ayuntamientos. En primer lugar, es una idea que parte de la Fundación Santa María la Real que utiliza fondos europeos y cuyo principal partner -en lo privado- es la Fundación Telefónica. En cada territorio, los gobiernos autonómicos ponen su granito de arena y los ayuntamientos hacen lo propio ofreciendo gratuitamente los espacios de trabajo.
De las 77 lanzaderas que existen en España, casi la mitad, unas 36, se encuentran en Andalucía. Málaga y Sevilla con ocho cada una, respectivamente, lideran la aceleración de empleo regional. En concreto, y a día de hoy, encontramos esta experiencia en Málaga capital, Estepona, Fuengirola, Marbella, Rincón de la Victoria, Ronda, Torremolinos y Vélez-Málaga.
Desde su puesta en marcha en 2013, más de 12.000 personas han pasado por este tipo de aceleradoras, creándose cerca de 600 equipos y llegando a más de 200 ciudades. Prueba del éxito es que la experiencia ya se está exportando a Portugal e Italia.