Las tesis del género - El Sol Digital
Las tesis del género

Las tesis del género

Gonzalo Guijarro

Pocas cosas habrá más falsas y ridículamente infantiles que las tesis del feminismo de género, y por ello resulta especialmente pasmosa y preocupante su acrítica y borreguil aceptación por parte de un muy considerable porcentaje de los españoles de ambos sexos. Porque dar por sentado como un dogma de fe que los varones son por definición los culpables de cualquier acto de violencia que tenga lugar en el ámbito familiar es una simpleza tan evidente como afirmar que todos los chinos son traicioneros o que todos los sevillanos son graciosos. Sin embargo, de ese supuesto de la radical maldad de los varones y de la angelical inocencia de las mujeres parte no solo la ideología de género, sino la actual Ley Integral de Violencia de Género que padecemos.

De que las mujeres tienen capacidad para ejercer la violencia no cabe duda alguna; basta con echarle un vistazo a la prensa para comprobar que así es: las mujeres son tan capaces de mentir, de agredir y de asesinar como los hombres. Por otra parte, la existencia de cárceles para mujeres es un hecho de todos conocido y que demuestra fehacientemente —por si hiciera falta— que las féminas son capaces de cometer los mismos delitos y maldades que  los  hombres. Así pues, solo a mentes cegadas por los más absurdos prejuicios o por los más inconfesables y abyectos intereses se les puede ocurrir que en el ámbito familiar o de pareja la cosa cambia mágicamente y todos los novios o maridos son unos ogros machistas y sus parejas femeninas unas almas puras e indefensas. Pero ya decía el doctor Goebbles que basta repetir una mentira el suficiente número de veces para que se convierta en verdad inamovible. Y en eso estamos, como enseguida explicaré.

El estudio que recientemente concluyó que un 12,5 por ciento de las mujeres españolas son maltratadas por sus parejas incluía preguntas como: ¿no valora el trabajo que realizas? Con lo que se consideraba maltrato lo que no pasa de ser moneda corriente en cualquier discusión. Pero lo más indignante es que se realizó exclusivamente entre mujeres, es decir, no se les hicieron las mismas preguntas a los hombres. Pero claro, si se les hubiera pasado el mismo cuestionario a los varones, hubiera resultado que también un elevado porcentaje de ellos son maltratados por sus mujeres. Y es que los estudios de género tienen la costumbre de dar por ciertas de partida las conclusiones a que pretenden llegar. Petición de principio se llama esa figura, que basta para negar cualquier validez científica a todo supuesto estudio que la cometa. Por el contrario, existen centenares de estudios internacionales y al menos uno español (realizado por el Centro de Estudios Reina Sofía) que sí pasaron los mismos cuestionarios a hombres y mujeres, y todos ellos concluyen que la violencia en la pareja es bidireccional y simétrica. Es decir, que la inician unas veces ellos y otras ellas. Y es preciso señalar que el citado estudio muestra una mayor tendencia al maltrato de los hijos menores por parte de las madres que de los padres; así, en 2013, se dieron en España cinco casos de menores asesinados por su padre y 8 de asesinados por su madre.

Pero todo esto al feminismo de género le da igual, porque su intención no es averiguar la verdad a ese respecto y proteger a las víctimas, sean del sexo que sean, sino imponer una ideología fanática basada en la mentira y el odio y, de paso, vivir a costa del erario público. Por eso, por ejemplo, el teléfono 016 solo atiende las llamadas de mujeres que afirmen haber sido maltratadas por sus novios o maridos y no las de cualquier ser humano que busque protección contra las agresiones de su pareja homo u heterosexual. Y eso a pesar de que las tasas de agresiones dentro de las parejas homosexuales son claramente superiores a las de las heterosexuales, alcanzando los máximos valores, curiosamente, entre las parejas de lesbianas. Es decir, que una vez más las feministas de género solo miran a donde les interesa, ignorando u ocultando —invisibilizando, dirían ellas— cuanto pone de manifiesto la descarada falsedad de sus tesis. Otra contradicción sumamente significativa de las del género es su empeño en asimilar los asesinatos de mujeres al terrorismo organizado y su clamoroso silencio cuando se producen hechos de claro corte machista que sí requieren de una cierta organización. Pensemos, por ejemplo, en los sucesos de la noche del pasado fin de año en Colonia. Unos mil varones se congregaron ante la catedral para molestar, robar, agredir e incluso violar a cuanta mujer tuviera la desgracia de pasar por allí. Evidentemente, no fue casualidad; hubo necesariamente algún tipo de cita previamente organizada. ¿Han escuchado ustedes alguna iracunda denuncia de esos intolerables hechos por parte de las del género? Yo no, ni una palabra. Es más, les sugiero que visiten las páginas web de las asociaciones de feministas de género para comprobar que tampoco en ellas se dice una palabra sobre esos criminales sucesos, tras de los que, sin duda alguna, sí tuvo que haber una organización. Y es que, pese a la envidiable facilidad de acceso a los medios de comunicación de que gozan las asociaciones feministas radicales, cuando los machistas evidentemente organizados son musulmanes, ellas prefieren mirar para otro lado. Ellas, heroicamente, prefieren exigir un pacto de Estado contra el terrorismo machista donde este no existe; es decir, aquí, en España, donde hay subvenciones sin control alguno. Unas subvenciones que, por cierto, consumen la mayor parte de los fondos europeos destinados, teóricamente, a la protección de las víctimas de maltrato en el ámbito familiar, pero de los cuales solo una mínima parte alcanza a sus supuestas destinatarias. Y es que el género bien entendido empieza por una misma.

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