Taxistas de Madrid y Barcelona han vuelto a hacer de las suyas. Si quieren ponerse en huelga, están en su derecho, aunque dejen a los ciudadanos en un estado de desamparo lamentable. Pero agredir a los conductores de Uber o Cabify debería perseguirse por la Policía y la Justicia hasta sus últimas consecuencias y que cundiera el miedo entre los violentos. Y no se ve por parte alguna que la ley de todos llegue a estos grupos que quieren imponer su propia ley, la del aquí mando yo y tú no vienes a quitarle el pan a mis hijos. La peor España vuelve a las andadas, y los políticos contemporizan, que también es lo suyo.