La impotencia que siente el usuario de cualquier ordenador ante la brutal intromisión en su vida por parte de Microsoft, que quiere realizar las actualizaciones que considera pertinentes en los programas de su dispositivo, no encuentra satisfacción alguna en la vía legal. Estas grandes tecnológicas, y aquí podemos incluir todas las que usted quiera, hacen y deshacen en la relación con sus clientes según sus propios intereses. El usuario, por ejemplo, no puede decidir que no quiere actualizar sus programas porque prefiere seguir con los que ya tiene y a los que está acostumbrado. No, Microsoft decide por él. La legislación nacional y la europea deberían pararle los pies a quienes no respetan el derecho a decidir, este sí, qué quieren o no hacer con su ordenador.