Cuando la tecnología desasiste al hombre, ésta merece ser sustituida por el mismo hombre o por otra tecnología más eficiente. Es el caso, por ejemplo, de un ciudadano que ha de pagar una matrícula y el único banco acreditado para tal fin es el Santander. El ciudadano va a la oficina de la entidad en calle Cuarteles y aguarda su turno ante la caja pero desde lejos ya le dice la cajera, que parece que ya no es tal, que allí no, que “se paga en el cajero”, pero el de la calle, no el del interior de la oficina. Acercarse al ciudadano y acompañarle a hacer esta gestión ni se le ocurre a la presunta cajera. En la calle, como no hay indicaciones precisas para el pago mediante código de barras, el ciudadano se marchó sin haber podido realizar la gestión. Un mal servicio del Banco Santander.