La voracidad de datos por parte de las empresas y las instituciones no tiene límites. Así, por ejemplo, si usted quiere sacar un billete de RENFE por internet se le pedirá el número de teléfono y el correo electrónico, aunque no lo necesiten para expedirle el billete porque usted puede descargárselo en su ordenador en un pdf e imprimirlo. A todo esto hay que sumar, claro está, que acepta las condiciones del servicio que se le presta, lo que equivale a un “sí, quiero”, aunque le perjudique.
Bueno sería poner límites a tanta solicitud de datos y sustituir éstos por más obligaciones de la empresa con el usuario o consumidor, sería invertir los términos y que el cliente tenga la posición que se merece como ciudadano libre.