La construcción del metro a su paso por el centro de la ciudad supuso en el momento en que se desvió el tráfico un importante desajuste circulatorio y enfado ciudadano, pero cualquiera entiende que una obra de esta envergadura provoca molestias a la comunidad. Otra cosa es que hay molestias inevitables y otras que sí pueden ahorrárnoslas. Que en la Alameda Principal no se pueda cruzar de acera desde la zona norte a la sur tan solo en dos puntos es sumar desplazamientos innecesarios del peatón desde Puerta del Mar a los puestos de flores al oeste.

Que los comerciantes de la zona se quejen no tiene nada de extraño, las obras dificultan el libre acceso a sus establecimientos y la experiencia demuestra que en otras localizaciones, como en calle Salitre, la construcción de un parking subterráneo supuso la ruina de muchos comercios, o en carretera de Cádiz también por la construcción del metro.

Ni que decir tiene que el estado de abandono de materiales de construcción, barreras de seguridad vial y basuras varias desde El Corte Inglés hasta el Puente de Tetuán es manifiestamente mejorable. Bienvenido el metro -del que muchos en privado dudan de su urgente necesidad- pero las obras pueden y deben ejecutarse mucho mejor.