El mal funcionamiento de los servicios públicos en España es algo ya sabido. Hace unas semanas hablábamos de RENFE, ahora lo hacemos de Correos. Resulta que la oficina de Paseo de los Tilos que está cerrada desde febrero de este año, no admitió hace ya dos años que un empresario recogiera una carta dirigida a su empresa porque no disponía de un sello de goma, sí, tal como suena.
Iba provisto dicho empresario de su DNI, de tarjetas de visitas, de su CIF como administrador único, de la escritura de constitución de la sociedad… de nada le valieron estos documentos. El empecinamiento de la empleada pública y de su jefe resultaron un muro infranqueable. Incluso, el jefe le enseñó la instrucción que exigía el dichoso sello de goma. No importa que no exista ninguna norma que obligue al empresario a disponer del puñetero sello, no.
Es más, el empresario en cuestión, ya para ridiculizar la estupidez mostrada, se ofreció a fabricar allí mismo su sello, un papel entintado en el que plasmó la yema de su pulgar derecho… Esta es también la Administración española. Pues bien, el atribulado empresario presentó su queja por escrito. Más de dos años después ni le han contestado. Correos también es así.