Un artículo publicado en el diario La Opinión el pasado 24 de marzo por una técnica de comunicación, Inés Benítez, de Málaga Acoge, resulta un claro ejemplo de cómo algunas organizaciones entienden la libertad de expresión, con disgusto si no se orienta en el sentido de sus intereses. Y si de intereses se trata, hay que suponer que la susodicha estará a sueldo de la citada asociación, a cambio de desarrollar su trabajo de acuerdo a las directrices de ésta.
Bajo la excusa de que “muchos de nuestros comportamientos y actitudes frente a las migraciones se basan en prejuicios sociales que son fomentados en demasiadas ocasiones desde los medios de comunicación”, se queja la técnica de que se dramatiza la envergadura real de las migraciones y que se utilizan términos como “avalancha”, “oleada”, “presión”, cuando éstos son absolutamente correctos, lo que puede comprobarse con solo consultar el diccionario. Por ejemplo, avalancha, en su segunda acepción es “gran cantidad de personas o de cosas materiales o inmateriales, especialmente cuando aparecen o se producen impetuosamente”. Oleada, “movimiento de gran cantidad de personas en grupo”. Y así con todos los términos que esta técnica condena para el caso que le ocupa, importándole solo su visión de las cosas, aunque se dé de bruces con el diccionario, la realidad, la ley…
Y cita la empleada de Málaga Acoge dos titulares de periódicos de la provincia, uno de Sur, “La avalancha de pateras obliga al Pabellón de Ciudad Jardín a albergar a los inmigrantes” -por supuesto, en otro caso, se quedarían a la intemperie dichos inmigrantes, es un titular absolutamente correcto en forma y contenido-; y de La Opinión de Málaga, “También se han intensificado los intentos de asaltos masivos a la valla”, reflejo puntual de la realidad cuando centenares de individuos, violando la legislación internacional de fronteras y con el empleo de la violencia, se lanzan a saltar las vallas emplazadas para detener su paso.
Pero lo realmente importante, más allá del empleo de la lengua, es el desprecio de la legalidad, porque cruzar fronteras ilegalmente es un delito en cualquier país, desde Corea del Norte a Estados Unidos, incluida España. Pero se obvia esta realidad y no hay una sola mención a la ley, como si pudiera situarse la técnico por encima de la misma, anteponiendo implícitamente la acostumbrada demagogia de la miseria de la que huyen los protagonistas como capa que todo lo cubre.
También sostiene la señora Benítez que otra tendencia del tratamiento periodístico -nos gustaría conocer la cualificación académica y profesional desde la que escribe- es la “criminalización” de las personas migrantes enfatizando su nacionalidad en las noticias, y lo ilustra con el caso del niño Gabriel, presuntamente asesinado por Ana Julia, relatando los medios su origen dominicano, “como si el nombrar la nacionalidad permitiese explicar las causas del delito”. Ni la nacionalidad, ni la hora en que ocurrió o el modus operandi explican el por qué pero los anteriores son hechos que ayudan a entender lo sucedido porque responden a otras preguntas que nos hacemos. No son solo las causas, señora, en una información hay otros elementos -las famosas cinco w- que conviene facilitar al lector.
Cita la técnica un “estudio”, en el que ha debido basarse y del que no menciona autores, fuentes bibliográficas, metodología científica…- de 135 noticias de Sur y La Opinión de Málaga, del 1 de enero al 31 de julio de 2017. Pues bien, dicho “estudio” recoge que en el 34 por ciento de los casos las informaciones cumplían con, al menos, un indicador negativo -a juicio de sus anónimos autores-, así nos explicamos los resultados.
Se lee también que “la estigmatización del colectivo [migrante] se alimenta más aún cuando en las informaciones se vincula migración con terrorismo cuando no existe una conexión estructural entre ambos fenómenos”. Mire, señora, las fuentes que vinculan terrorismo e inmigración son muchas, lo que no quiere decir que todos los inmigrantes sean terroristas ni muchísimo menos, pero que algunos sí lo son no cabe duda. Sunday Express, por ejemplo, el 7 de septiembre de 2015 publicaba: “Más de 4.000 terroristas del EI llegaron a Europa haciéndose pasar por refugiados”; de acuerdo con la fuente citada, los extremistas se mezclan en el flujo de refugiados en las ciudades portuarias turcas de Esmirna y Mersin, de donde parten y atravesando el Mediterráneo llegan a Italia. Luego, los terroristas se dirigen a otros países europeos, en la mayoría de los casos a Suecia y Alemania. Pero si le parece sensacionalista este periódico porque no coincide con usted, le enfrento a la propia UE, que admite que el Estado Islámico se infiltra en las olas de inmigrantes -como es lógico, por otra parte, como medio para burlar la vigilancia de fronteras, no van a pasarlas diciendo que vienen a matar ciudadanos europeos-. Está publicado el 7 de julio de 2015, citándose como fuente la agencia de cooperación judicial de la UE, Eurojust.
Otro supuesto argumento de la redactora del artículo sostiene que “solo 8 de las noticias analizadas recogen las voces de personas migrantes como fuente además del recurso a las más habituales judiciales y policiales”. Naturalmente, como la mayoría de los sucesos protagonizados por estos inmigrantes en su irrupción tras las fronteras españolas, por ejemplo, no va el periodista a ellos a preguntarle por qué actúan así, ya se sabe, y resulta cierto, que han huido de sus países por un mejor futuro económico, hecho comprensible pero que no les da ningún derecho a comportarse como lo hacen. Por otra parte, las fuentes policiales y judiciales en un Estado de Derecho resultan absolutamente fiables, y cuando no lo son tenemos libertad para denunciarlas.
¿Cuándo Málaga Acoge ha levantado la voz por delitos cometidos por inmigrantes?, que los hay, como sabemos, ¿o es que su función termina cuando las víctimas somos los nacionales y se mira entonces para otra parte no sea que se desbarate su discurso?
Es preocupante que Málaga Acoge desarrolle en institutos públicos malagueños su campaña de talleres “Stop Rumores”, cuando no se trata de tales sino de hechos de los que los medios de comunicación informan honestamente cada día, aunque la asociación quisiera la autocensura de éstos para no estropear sus muchas veces idílicos relatos.