Málaga en su tiempo: 1865. Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho y Sociedad. Abogado - El Sol Digital
Málaga en su tiempo: 1865. Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho y Sociedad. Abogado

Málaga en su tiempo: 1865. Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho y Sociedad. Abogado

En la España de mediados del siglo XIX había grandes contrastes en la distribución personal y regional de la renta y de la riqueza. Entre 1856 y 1868, el gasto público aumentó a un ritmo dos veces superior al de los ingresos tributarios y rentas ordinarias del Estado.

En el aumento del gasto público de esos años influyó la aparición de nuevas funciones, como el fomento de las obras públicas. Sin embargo, eran la defensa —más del 25 por ciento del gasto público total entre 1859 y 1864—y los gastos en el servicio de la deuda pública —un 30 por ciento del total del Estado entre 1862 y 1868— las funciones que más recursos presupuestarios exigían.

Otras atenciones eran el orden público —la Guardia Civil representaba entre 1865 y 1869 menos de la mitad del gasto correspondiente a las carreteras—y el mantenimiento del culto y clero, que triplicaba al de la Guardia Civil

En 1860 el sector industrial sólo ocupaba el 17 por ciento de la población activa, frente al 64 por ciento en la agricultura. Las actividades primarias generaban entonces el 40 por ciento del producto interior mientras que correspondía a la industria el 17 por ciento.

En los inicios de la segunda mitad del siglo, la actividad minera estaba dominada por pequeñas sociedades y continuó el avance incesante de la minería de cobre, plomo y la hulla, y la multiplicación de hornos e instalaciones de beneficio industrial.

Cataluña era, entre 1850 v 1870 la región industrial más avanzada; en realidad, la única que podía calificarse como propiamente industrial. Otras zonas de cierta densidad manufacturera estaban situadas entonces en Vizcaya, Asturias y Andalucía.

El auge de los conflictos sociales, de origen minero, obligaron al gobierno a la aprobación de varias disposiciones específicas, como fueron las relacionadas para fábricas de yeso, máquinas de vapor o para almacenes de pólvora.

La   década   de   los cincuenta  y   el  primer  quinenio  de   los  años sesenta del siglo XIX constituyeron  la plenitud de la industrialización malagueña. Luego, escalonada y sectorialmente, se  interrumpirá el proceso   de desindustrialización, que,  agudizado por la filoxera y la crisis agrícola y pecuaria en la década  de  los noventa arrastrará esa etapa al olvido.

La incidencia urbanística de la época viene marcada el crecimiento de la ciudad hacia fuera (el Oeste) con la aparición del barrio obrero de “El Bulto” anejo a la Ferrería, Huelin y La Pelusa, sobre todo en la zona oeste, y un desarrollo de grandes obras de equipamientos infraestructurales: el ferrocarril y su estación, terminados en 1865; y los diques y muelles del puerto que, hacia 1895.

El casco histórico sirve de habitación para la burguesía de clase media y los comerciantes de pequeña escala. La periferia residencial de la Alameda se reserva al círculo de poder empresarial.

En el ámbito educativo la población era analfabeta en su mayoría, en torno al 80 por ciento con unos índices parecidos en el resto de Andalucía. La provincia de Málaga destacaba por las pocas escuelas creadas manteniéndose que en 1877 Málaga tenía un porcentaje de analfabetos del 86,6 por ciento.

Se   configuró un   complejo   Marbella ­Málaga, con una expansión que llegó hasta Almería, y por el oeste, hasta Huelva. A partir de este “eje malagueño” se  produjo  el  crecimiento  de  la  industria  férrica que,   hasta  el quinquenio  1861­1865,  mantuvo la primacía en España.  Las estadísticas de producción disponible ratifican treinta años de hegemonía andaluza de  todo el  hierro  colado español.

El periódico “El Avisador Malagueño” realizó una descripción del ferrocarril de Córdoba a Málaga, el 29 de agosto de 1865: “Ya se encuentra abierta a la circulación una de las vías férreas más importantes de España, bajo el punto de vista comercial: un vasto horizonte se ofrece hoy a la actividad y a la industria de numerosos pueblos”.

Después de cinco años de ingentes y complicados trabajos, el 10 de agosto de 1865 fue inaugurada la línea de ferrocarril. Culminaron en esta fecha las iniciativas de los grandes empresarios de Málaga –Heredia, Larios, Loring–, principales interesados en la construcción de esta gran obra que conectaba la ciudad con el resto de la red ferroviaria española.

El tren con Córdoba, pretendía buscar una salida a la falta de carbón mineral en Málaga, una de los grandes problemas que frenaban la industria malagueña.

Al conocerse la existencia de minas de carbón en la comarca de Belmez y Espiel, los industriales malagueños querían llevar aquel producto hasta sus fábricas, cuyo futuro dependía de la posibilidad de obtener combustible barato.

Los empresarios malagueños del siglo XIX usaron carbón vegetal y esquilmaron los montes malagueños, y cuando llegó carbón mineral, los productos textiles catalanes y vascos eran más competitivos.

La familia Larios fue una de más más ricas y poderosas de España. Los Larios llegaron a Málaga llamados -como otras familias comerciantes como los Heredia o los Loring- por las posibilidades mercantiles cuando el puerto de la ciudad consiguió a finales del siglo XVIII las autorizaciones necesarias para comerciar con América, pues antes sólo podía hacerlo el puerto de Cádiz.

Los Larios invirtieron en casi todos los sectores económicos, tanto en la industria como en el comercio, compraron terrenos y negocios y ejercieron de prestamistas; crearon el Banco de Málaga en 1856, y tuvieron fábricas de aceite y jabones en el Perchel y canalizaron los ríos Genal y Guadiaro en la zona de la costa oriental de la provincia. En 1865, Martín Larios recibió el título de marqués de manos de Isabel II como premio a sus méritos laborales.

Meses antes, la reina firmaba la anulación de la anexión de la Dominicana en el Caribe. Mientras, en Uruguay culminaba la guerra civil, en Estados Unidos, el 9 de abril terminaba la Guerra de Secesión y el día 14 Abraham Lincoln era asesinado. En el marco de la Guerra Hispano-Sudamericana, se amplía la guerra contra España por Ecuador y Bolivia. Y el presidente mexicano Benito Juarez se refugiaba en la ciudad del Paso del Norte, que en 1888 cambio de nombre por Ciudad Juárez.

No afectaron a las obras del tren en Málaga la tercera oleada de cólera, esta vez en 1865, y que causaría en el periodo de 1833 y 1885 cerca de 800.000 muertes. Por otra parte, España fue puerta de entrada de la fiebre amarilla en Europa.

En 1837 se inauguraba en Cuba, provincia española desde la Constitución de 1812, el primer tramo del ferrocarril La Habana­Güines, que además fue el primero que se construía en España y también  en toda Iberoamérica.

Antes de la finalización completa del ferrocarril se trajeron ya locomotoras de Estados Unidos, de la casa Baldwin, con lo que se iniciaba una dependencia de los suministros de material que en los años siguientes llegó a ser casi exclusiva.

Uno de los grandes militares de la Unión, el almirante David G. Farragut, procedía de una familia menorquina. El general George Gordon Meade, que derrotó a Lee en Gettysburg, había nacido en Cádiz, y el general confederado James Johnston Pettigrew, fue un apasionado de nuestro país,  que escribió un libro titulado “España y los españoles”.

La mayoría de los hispanos que combatieron en aquella guerra lo hicieron con la Confederación, con los rebeldes.  Varios de los estados sudistas como la Luisiana y la Florida tenían entre sus habitantes a muchos descendientes de españoles, muy en especial de gente llegada desde las Islas Canarias.

La guerra norteamericana provocó 1. 030. 000 bajas (un 3 por ciento de la población), entre los que se contaron 620.000 soldados muertos, de los que dos tercios murieron por enfermedades. ​ Aproximadamente, cuatro millones de esclavos negros fueron liberados entre 1861 y 1865.

En el sur, la mayor parte de la tropa se alistó en el 10º Regimiento de Luisiana (también estuvieron en el 13º, con su uniforme de zuavos). Fueron tipos como Pedro Barau, de Nueva Orleans, alistado en los Rebeldes de Luisiana; Alejandro Berthancourt, murió en Gettysburg; Juan Basco, de los Rangers de Orleans; Juan Fernández, después de ser hecho prisionero juró lealtad a la Unión; Juan Gutiérrez, Juan Lemán (perdió el brazo derecho en Gettysburg).

Pero hubo más españoles, en el Regimiento de Cazadores Españoles de la Milicia de Infantería de Nueva Orleáns; la Guardia Española del 21 Regimiento de Infantería de Alabama. En los texanos de los Partisanos de Benavides, una tropa llena de canarios de la zona de San Antonio de Béjar; o el 8º Regimiento de Infantería de Florida. Los mandaba el texano Santos Benavides, nieto del fundador de la ciudad de Laredo.

Unos tres mil quinientos españoles y sus descendientes lucharon en la Guerra de Secesión, de los que unos dos mil quinientos lo hizo en el bando de los Estados Confederados de América, y unos mil con los Estados Unidos de América.

Estuvieron presentes en cuarenta y seis batallas de unos contra otros. Entre las tropas azules de la Unión ingresaron en el 39º Regimiento de Nueva York, conocido como la Guardia Garibaldi.

En 1861 Abraham Lincoln invitó a Garibaldi para un puesto en el ejército federal en la guerra civil estadounidense, pero desistió, estaba más interesado en la unificación de Italia, que perseguía desde 1849.

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