Un nuevo almuerzo-coloquio de la Tertulia del Congreso de Málaga ha reunido a una veintena de comensales en torno a “Los males de la democracia española”. El ponente fue Manuel Arias Maldonado, profesor titular de Ciencia Política en la Facultad de Derecho de Málaga. Ha sido becario en la Universidad de Berkeley y en el Rachel Carson Center de Múnich, además de investigador visitante en las universidades de Keele, Oxford y Siena. Su trabajo académico gira en torno a la dimensión política y filosófica del medio ambiente, la teoría de la democracia, el liberalismo político, los efectos sociopolíticos de la digitalización y el giro afectivo en las ciencias sociales. Es autor de Sueño y mentira del ecologismo (2008), Wikipedia. Un estudio comparado (2010), Real Green: Sustainability after the End of Nature (2012, Premio al Mejor Libro del Año otorgado por la Asociación Española de Ciencia Política) y Environment & Society: Socionatural Relations in the Anthropocene (2015), así como de la entrada «Nature» en la Encyclopedia of Political Thought de Wiley-Blackwell (2015). Colabora habitualmente en medios como El País, El Mundo, Revista de Libros, Letras Libres, Lettre International, Cuadernos Hispanoamericanos y Revista de Occidente, y dirige el Aula de Pensamiento Político del centro cultural La Térmica, en Málaga.
Manuel Arias Maldonado, en su intervención inicial planteó algunas claves del objeto de debate. Este es un resumen de su intervención.
Las democracias se puede decir que están mutando, las democracias liberales o representativas que son, por otra parte, las únicas democracias posibles en sociedades de masas o de gran escala. Por una parte, tenemos la digitalización de la esfera pública, que me parece que está produciendo un impacto más que considerable sobre el modo en el que esa democracia funciona.
Creo que estos días además estamos teniendo una concatenación de acontecimientos a nivel global que sugiere por donde puede ir el problema. Tenemos protestas en Chile, en Ecuador, en Francia los chalecos amarillos, las catalanas, Hong Kong, Bolivia, Líbano…, el vínculo principal sería la tecnología, que hace posible la coordinación de esas protestas. Y, por lo tanto, los malestares antes latentes pueden ahora organizarse para tener una visión pública más ruidosa que en el pasado.
La sociedad y la democracia liberal creo que están haciéndose más de movimientos, los movimientos sociales tienen cada vez más peso en el modo en el que se teatraliza el conflicto político, y esto produce un desplazamiento hacia eso que algunos autores llaman democracia agonista, basada en el conflicto, en los enfrentamientos y en la imposibilidad de conciliar los intereses que se encuentran enfrentados. Esto se ve claramente en las redes, pero también en la calle y cada vez más en la fragmentación electoral. Por eso, hay autores que dicen que más que democracia tenemos vetocracia. La voluntad negativa es muy clara, pero la voluntad positiva de sacar reformas adelantes es más difusa y cada vez más deselegimos, votamos contra el que no está, en lugar de entusiasmarnos con el que puede venir, y esto se manifiesta muy claramente en qué poco duran los periodos de gracia, los presidentes electos. Se puede decir que el estilo político populista ha ido ganando adeptos y vivimos en campaña electoral permanente. Esto puede tener una lectura también positiva, y decimos, bueno, la vulgarización del debate público es un espejo de su democratización. A mayor inclusión e integración, menor nivel del debate. Si las democracias no son eficaces surge la tentación del hombre fuerte, del hombre providencial, del descontento con la democracia. Si las decisiones no son legítimas, entendiéndose como consentidas por los ciudadanos a los que afectan, esto puede generar descontento. La democracia siempre está en un equilibrio inestable entre eficacia y legitimidad que no es fácil de alcanzar y cuando las sociedades son más complejas y difíciles de gobernar ese equilibrio se hace todavía más dificultoso y, además, las fracturas internas a la sociedad son cada vez mayores. Con independencia de que esas fracturas coincidan con unos modos de vida que, de alguna manera, se parecen todos cada vez más. En las sociedades de clase media tampoco se diferencian tanto nuestras existencias, aunque consumamos productos de distinto tipo, vistamos de una manera o de otra, o seamos más o menos religiosos, es decir, realmente el contraste es menor.
Los problemas principales que afectan a la democracia española son a mi juicio los siguientes. El primero es ibvio, es el problema territorial, esto no es muy original, pero me parece que nos distrae en exceso del resto de problemas. Nos convierte en un sociedad introspectiva y muy pendiente, además, del narcisismo de unas élites regionales. Yo creo que esto, además, es un problema viejo, esto no es nuevo, pero que está intensificando la dimensión regionalista del parlamento español. Si miramos la composición del parlamento, cada vez hay partidos más nacionalistas y ahora incluso está Teruel existe. Los turolenses dicen, bueno si no nos hacen caso los diputados por Teruel pues vamos a configurarnos como movimiento que defiende la unidad de un territorio al que no se le hace caso porque estamos pendientes de Cataluña y del País Vasco.
La teoría de los estados federales, como sería el español a pesar de no tener el nombre, o cuasi federal, es que el parlamento representa a los ciudadanos españoles en tanto que ciudadanos españoles y el Estado representa a los ciudadanos en tanto que miembros de regiones o autonomías particulares. En España esto no funciona, es verdad que el Senado no funciona en casi ningún sitio y tiende a ser cámara de representación partidista, pero yo veo más el problema en el hecho de que el parlamento es cada vez más una cámara medievalizante de representación territorial y no de representación del conjunto de los ciudadanos. Esto creo que es un efecto colateral de la crisis catalana a la que no sabemos si puede sumarse en algún momento una crisis con el nacionalismo vasco. En principio, es más prudente porque le conviene menos o tiene más conciencia de que le conviene menos cualquier movimiento de independencia y, por tanto, esto es también una bomba de relojería, creo que contribuye a una especie de crisis de autorreconocimiento, es decir, los españoles no acaban de tener claro en qué tipo de sistema político viven. Porque hay impulsos centrífugos, como el del nacionalismo catalán, que incluso podríamos decir que en la práctica nuestro sistema es casi confederal, porque hay autonomías como la catalana o vasca que poseen competencias que las demás no tienen y que, además, de facto desarrollan otras por su cuenta, como pasa, por ejemplo, con las universidades. Hay un impulso también centrípeto, que se opone a la fuga separatista por la vía de querer recortar el Estado o las autonomías, por pequeño que pueda ser este impulso existe y ha tenido cada vez más fuerza, aunque yo quizás veo en el discurso político de Vox un retroceso en ese sentido. Creo que dijo mucho del Estado y las autonomías y ahora quizás lo dice menos. Podría plantearse si la derecha española no ha sido siempre foralista y, por tanto, regionalista, más que centralista. Es una cuestión de tradición política. Pero también se manifiesta esto, por ejemplo, en la confusión que implica el federalismo. Dentro de las competencias que tiene cada región, uno puede adoptar la política fiscal que quiera. Aunque entiendo que la metropolización de Madrid se las trae también. ¿Cuántas ciudades va a tener España que puedan competir y ofrecer empleos de valor añadido? Esperemos que Málaga sea una de ellas, pero no va a haber más de tres o cuatro. Es decir, que Madrid está cobrando una fuerza que genera un problema para el resto de España en ese sentido y que nos aleja mucho de Alemania que, por ejemplo, es una nación genuinamente federal, con muchos centros económicos, aunque quizás también sea una excepción dentro de Europa porque luego tenemos ejemplos como Francia e Inglaterra que tienen mucha fuerza.
En segundo lugar, yo citaría el desequilibrio demográfico. Creo que el problema demográfico hablamos de él pero quizás no todo lo que deberíamos porque, por una parte, genera un sesgo en las políticas públicas que es favorable a las personas de más edad porque votan de una manera muy disciplinada y son más que los jóvenes. Hoy leía que más de la mitad de los jóvenes no va a ir a votar el 10-N directamente. Con lo cual la atención hacia los problemas específicos de la juventud es menor porque los partidos no tienen incentivos para atender a ello y la tasa de natalidad es escalofriantemente baja y esto también supone, a la larga, diría que un problema geopolítico, porque incluso el reparto de diputados en el Parlamento Europeo tiene que ver con la población, o sea que creo que España desatiende de manera peligrosa esa variable y que si además atendemos al vaciamiento del interior pues puede generar también tensiones a medio y largo plazo porque la España interior tenga una sobrerrepresentación, para evitar problemas que se manifiestan en Gran Bretaña con el Brexit, o la brecha campo-ciudad, que eso ha atenuado hasta ahora la aparición de una brecha que, no obstante, el desequilibrio demográfico puede quizás profundizar en el futuro.
Luego mencionaría un tema que está ahí y que no sabemos qué evolución futura puede tener, es la crisis de legitimidad, que atraviesa un poco el así llamado régimen del 78. Es verdad que la monarquía ha recobrado popularidad tras su ascenso al trono de Felipe VI, pero entre el nacionalismo catalán, el nacionalismo vasco, el populismo de izquierda, hay un intento de deslegitimación que también tiene su peligro latente. Y ahí, por ejemplo, no sabemos realmente en el futuro qué postura podría adoptar la izquierda española, me refiero al PSOE en este caso, respecto a la disyuntiva monarquía-república. Por ahora, no ha puesto en cuestión la monarquía pero quién sabe si en un futuro podría hacerlo. Y no sabemos qué educación sentimental está recibiendo la gente más joven en estos años de crisis, de dificultad de acceso a un empleo de calidad, etc. Ese tema está ahí latente y creo que la hipercompetitividad partidista que ahora mismo caracteriza a la democracia española, como a tantas otras, no es positiva. La fragmentación parlamentaria es un problema evidente, lo que pasa es que España sigue siendo una excepción, como sabemos, porque nunca hemos tenido una coalición de gobierno a nivel nacional, y no sé si tenemos visos de tenerla, no creo que sea la idea de Pedro Sánchez, y es posible que se salga con la suya y no haya a partir de noviembre una coalición de gobierno. Esto creo que es una anomalía que urge modificar, que genera una inestabilidad que bloquea reformas y agrava una serie de problemas que tienen que ver con el modelo productivo y nuestra tendencia a la creación de ese empleo, que puede a su vez generar problemas de legitimidad ante la gente más joven. Para esto no creo que haya soluciones fáciles porque nuestra cultura política está muy marcada por la dictadura y la guerra civil, dificulta especialmente los pactos, a diferencia de lo que sucede con países como Alemania donde, por el contrario, un gobierno en minoría es impensable, inconcebible, porque su historia política es otra. Luego, tenemos un problema más tópico de colonización partidista de las instituciones, es evidente que España tiene un problema con eso. Y las llamadas sucesivas a la regeneración de la democracia pues, en general, se hacen desde la oposición y no cuando uno está en el poder. Y esto tiene poco remedio en principio. En España no ha cuajado todavía la idea de que debe haber una serie de organismos contramayoritarios. Y ahí el conflicto catalán no ha ayudado tampoco.
Por último, yo señalaría, esto es un problema o no, según se mire, pero me ha parecido muy revelador, el reciente informe sobre la sociedad española que publicó el BBVA, que revelaba una sociedad mucho más inclinada a la izquierda y a la crítica del mercado libre que otras sociedades europeas, que ya es decir. Esto supone un problema para legitimar aquellas reformas políticas y económicas que permitirían un aumento de la productividad y un aumento de la presión meritocrática en el sistema educativo, que a su vez nos permitiría generar mejores élites y estar mejor preparados para el modelo de competitividad económica futuro, que no se presenta fácil ni mucho menos y que no es bienvenido en España, es decir, en España las reformas orientadas a ganar competitividad no son bien aceptadas por los ciudadanos y creo que el informe del BBVA señalaba muy bien por qué. Con lo cual, la crisis de legitimidad puede verse por tanto reforzada por el bloqueo de ciertas decisiones que los propios ciudadanos están demandando. Ellos mismos lo bloquean porque no quieren competir, porque quieren más protección social o porque quieren continuar con el aumento de las pensiones, por ejemplo, ligadas al IPC cuando, en principio, esto es muy imprudente desde el punto de vista fiscal. De nuevo, no hay una solución fácil. Porque creo que, y vuelvo al principio para terminar, que este camino que hemos emprendido en las democracias liberales de campaña electoral permanente, lo que está muy influido por el ascenso de las redes sociales e hipercompetitividad en un espacio electoral cada vez más achicado, pues dificulta cada vez más, como decía antes, la discusión racional de los problemas y la toma de decisiones orientadas a solucionarla. Los partidos pueden tomar decisiones impopulares en los primeros seis meses, como mucho, una vez que se forma gobierno. Después, ya están preocupados de manera natural por la siguiente elección y rezan porque esas medidas que han adoptado produzcan unos resultados positivos, es lo que ha pasado por ejemplo en Francia, que parece que la reforma laboral de Macon empieza a generar un aumento de los contratos indefinidos y una disminución de los temporales. La hizo muy rápido porque, de otro modo, no podía ya sacarla adelante porque la propia reforma de las pensiones está más bien bloqueada en Francia por la tendencia natural también de los franceses a la protesta. Y bueno, es un boceto así un poco impresionista, pero creo que será suficiente para que podamos hablar.
Uno de los comensales dijo que cuando uno hace el ejercicio, “no sé si llamarlo aséptico o numérico sobre lo que funciona o no en una sociedad como la española desde el punto de vista económico, pues se encuentra con lo que yo llamaría con hechos, con pruebas”. Y continuó: “Es decir, hay ciertas políticas que nos llevan a descensos del paro y a un incremento de la actividad económica, y hay ciertas políticas que hacen todo lo contrario. ¿Por qué hay un problema de comunicación en una parte de los partidos políticos para explicar y hacer llevar a la población que con determinadas políticas todos salimos ganando en media? Evidentemente, unos más que otros, y creo que ahí hay una parte del problema. Y con otro tipo de políticas, que ofrecen soluciones fáciles a problemas complicados, todos salimos perdiendo a la larga y, sin embargo, en la batalla de la comunicación, parece que siempre ganan unos frente a otros. ¿Por qué le cuesta tanto a un político legal transmitir determinadas ideas? ¿Es porque cree que cae en saco roto y que el ciudadano medio no va a alcanzar a entenderlas, o es porque cree que no está predispuesto a entenderlas?”.
Manuel Arias dijo: “Bueno, la respuesta está en el informe del BBVA. Si la población está ideológicamente declinada hacia la izquierda, sencillamente no va a dar crédito a los argumentos que pueda plantear un político liberal”.
Alguien preguntó: “¿Y por qué hemos llegado hasta ahí? ¿Cómo hemos llegado?”, a lo que Arias respondió: “No creo que tenga que ver con la educación, sino con la historia de España. ¿Qué pasa en Polonia? Lo contrario que en España ¿Qué dictadura hubo en Polonia? Una comunista. ¿Cuál hubo aquí? Una nacional-católica. Entonces, esas inercias culturales se generan forzosamente, es decir, hay una especie de sesgo hacia el centro izquierda en el plano cultural de manera inevitable en una sociedad que ha padecido. En todas partes el ciudadano es ignorante, en la sociedad de masas el 10 o como mucho el 20 por ciento están bien informados, eso no significa tampoco que, necesariamente, vayan a cambiar su voto, a lo mejor tienen una adhesión ideológica a un partido y no la cambian nunca. Es un problema sin solución. Los partidos hablan para su público, entonces la izquierda va a hablarles a aquellos que le votan, que no suelen ser aquellos que más optan por políticas de liberalización económica, no son las PYMES. ¿La reforma laboral cuántas veces ha dicho el PSOE que la va a abolir o reformar? Ahí está intacta, porque saben que no se puede tocar. Hay una competitividad entre partidos que hace que nunca puedas ceder nada al adversario, es impensable. Otra cosa es que vayas mareando la perdiz, esto hay que cambiarlo, unos convenios, pero en el fondo no has hecho ningún movimiento serio de modificarlo. Si la gente lo compra…”.
Otro asistente al almuerzo-coloquio preguntó: “¿Tú conoces en la historia algún caso de un Estado que de ser único sujeto constituyente pase a dividirse en distintos estados para luego federarse?”.
El profesor de Ciencia Política le contestó: “El federalismo es de dos tipos. El federalismo de constitución, donde distintos estados prexistentes se unen para formar una comunidad nueva, y en ese tipo de federalismo la inercia es centrípeta, por tanto, la tendencia es que el gobierno federal irá adquiriendo cada vez más poderes. Estados Unidos, por ejemplo. En las crisis adquieren más poder. Suiza es un país muy pequeño, entonces realmente no es tan significativo pero sí, también. Y luego está el federalismo de devolución, digamos, o inverso, que sería España. Es un estado centralizado que para dar salida a las reclamaciones de autonomía, de uno o de todas sus partes componentes…, esas partes existen en Europa porque podemos remitirnos a los viejos reinos, etc. Si es verdad que ha habido procesos de devolución de competencias, por ejemplo Gran Bretaña. En el federalismo inverso la tendencia es centrífuga, a que cada vez se vaya más el poder del centro a la periferia, eso es elemental. Y por esa razón, el conflicto catalán no puede resolverse con más poderes. Se hace la transición para tratar de resolver el problema territorial que preexiste al franquismo. También se puede dar autonomía a la región que demanda esa autonomía y no concederla al resto de un determinado Estado. Es decir, no es una solución necesariamente mala. El problema es que genera una tendencia centrífuga”.
Nueva pregunta: “¿La Constitución del 78 está mal diseñada?”. La respuesta de Manuel Arias no se hizo esperar: “Tiene el problema de que introduce el demonio de las nacionalidades en el artículo 2, pero no sé si el problema es de diseño constitucional o de práctica política posterior. Para mí, es más un problema de haber privilegiado a unas regiones, aunque eso ya estaba en el diseño originario, realmente es la rebelión andaluza la que genera luego el famoso “café para todos” y dificulta la idea de que Cataluña y el País Vasco fueran diferentes pero, claro, eso genera muchas tensiones. No estoy seguro de que pudiera haber sido de otra manera en el 78, tal y como evolucionó. Entiendo que hay un problema que no tiene fácil solución porque el propio artículo segundo está alimentando ese problema, eso es así”.
Otra pregunta. “El otro día le preguntó un pensionista a Pablo Casado si él con 365 euros de pensión no contributiva podía vivir. Y su salida fue que eso era demagogia, ya perdió un voto fijo mío”. El comentario de Manuel Arias fue el siguiente: “Por eso, las pensiones se sacaron de las competencias electorales y las llevaron al Pacto de Toledo, pero han vuelto, porque son muchos votos los que están en juego. Podemos decir que es perfectamente razonable argumentar que España no puede permitirse esta masa de pensionistas, muchos de ellos prejubilados, que hemos acumulado en los últimos años. Pero es muy difícil desactivar el potencial electoral de este nuevo movimiento, porque si tú le explicas al ciudadano que hay cada vez menos trabajadores para cada vez mayor número de jubilados y esto genera una deuda, no se lo cree, mis estudiantes de cuarto de Periodismo no se lo creen, dicen que no puede ser, hay dinero por ahí. Atribuyen la ausencia de políticas más expansivas a un problema de maldad de ciertos dirigentes que no quieren abrir la hucha. Como le pasó al pobre Zapatero, que en el juego de la silla le tocó la crisis. Ahora tengo yo que traicionar mis principios para hacer un decretazo con recortes. Y al que le toque le tocó. Podría probar algún partido a decir la verdad sobre los pensionistas y a ver a dónde llega, pero creo que no muy lejos. Hay también un problema de articulación de los jóvenes, no hay un discurso político de los jóvenes en contra de ese sesgo en favor del pensionista en las políticas públicas. El 15M pudo serlo, pero desperdició esa oportunidad”.
El presidente de la Tertulia dijo que “ayer sugirió Pedro Sánchez que el CNI está investigando a Torra y a aquellos que calientan el movimiento incendiario de Cataluña. ¿Dónde está ahí el límite? En Alemania está muy claro, los nazis están perseguidos y son objetivo después del yihadismo por parte del servicio secreto, pero los comunistas, los pocos que quedan no salen en los periódicos, es curioso”.
Otro tertuliano expresó que “la democracia representativa es, primero, separación de poderes y principio de representación. Profesor, ¿hay separación de poderes en España?”. Arias le replicó con claridad: “Sí, claro, no me cabe duda. La separación de poderes es una doctrina acerca de la organización del poder que tiene su origen en John Locke, que Montesquieu refina y que, después, se incorpora a la práctica de los estados liberales y que, por lo tanto, se incorpora a una práctica que es mundana, terrenal y que es imperfecta por definición. Montesquieu hablaba de poderes que se vigilan pero también que cooperan entre sí para generar una voluntad estatal mismamente válida. La separación de poderes ha sufrido una mutación progresiva, por ejemplo en Estados Unidos, y aquí los tribunales constitucionales asumen funciones políticas en definitiva. No hay democracia concebible en la cual alguien preocupado por el fallo que vaya a producirse en tal o cual tribunal no intente influir sobre alguien. Somos seres humanos y por tanto falibles y esto es inevitable. Cuando se formuló la teoría de la separación de poderes, se entendía que el legislativo era un poco, ingenuamente, el poder que llevaba la voz cantante en una sociedad porque creaba las normas. Esto evoluciona de tal manera que el poder legislativo tiene la potestad de aprobar las leyes y para eso hace falta que haya una mayoría suficiente en favor de quien presenta esas leyes, pero lógicamente el poder ejecutivo sale del poder legislativo. Por lo general, en los sistemas parlamentarios es así”.
Se le objetó que “en el poder ejecutivo tenemos, por ejemplo, a Pedro Sánchez que ha estado legislando constantemente por medio del decreto ley, diciendo que es urgente lo que había que legislar, es una estafa, porque eso lo tendría que hacer el poder legislativo”. Respuesta del ponente: “Son evoluciones de la democracia. Los partidos cada vez tienen más fuerza, más poder, pero a su vez carecen del poder que tenían antes porque se ven fragmentados los electorados, las democracias no son perfectas. La democracia americana está muy lejos de ser perfecta, lejísimos, más que la nuestra”.
De nuevo insiste el mismo tertuliano: “El gran problema es la ley electoral. Si hay disciplina de votos, ¿para qué queremos parlamento?”. Esta fue la respuesta del invitado de la Tertulia: “Los sistemas electorales tienen una función, que es convertir la pluralidad o heterogeneidad que en cualquier sociedad es potencialmente infinita en algo manejable. El conjunto del sistema democrático va por ahí. La democracia trata, por tanto, de reducir la complejidad a términos manejables. Por eso, es deseable que en un parlamento haya 20 partidos y en otro 300. Sería mucho más difícil generar políticas con 300 representantes de partidos diferentes. ¿Cómo hace Alemania? Pues dice que el 5 por ciento, Turquía el 10 por ciento. No entra en el parlamento quien tenga menos. Alemania es una democracia militante a causa del nazismo”.
El presidente de la Tertulia le preguntó al invitado si había explorado la democracia electrónica/digital y cuál era su opinión. Manuel Arias explicó que “presenta los mismos problemas que la democracia directa. Sé, por ejemplo, que el voto electrónico se usa en Estonia para facilitar la participación electoral. Algunos partidos la han utilizado para tratar de estimular la participación interna pero quizás, sobre todo, como medio para presentarse como más democrático que otros ante el resto de ciudadanos, pero que en la práctica siempre la participación de los militantes en esos procesos decae de manera inmisericorde. Creo que nunca veremos una democracia liberal basada en la consulta directa electrónica frecuente porque eso equivale a una democracia de referéndum y no puede funcionar, es imposible, eso es el caos. Pensar que la democracia representativa es elegir a quien decide, y la democracia directa sea electrónica o asamblearia es elegir nosotros mismos. Y si el ciudadano tiene tendencia a la ignorancia en el detalle sobre los asuntos acerca de los cuales se decide, ya me diréis a donde vamos con una democracia de referéndums. Vamos a una ineficacia en las políticas públicas que conduce, probablemente, a la solución autoritaria final, porque la gente se asusta y dice, venga, que llegue el líder providencial y que nos salve de una situación de caos, que lo arregle todo. Entonces, no tengo ninguna fe en eso. Me parece preocupante en ese sentido que estemos confundiendo las posibilidades de comunicación y conexión que nos proporciona internet, y que benditas sean, con trasladarlas a los procesos formales de decisión, creo que hay que separarlas por completo. Y ahí los partidos son los primeros que se dedican a twittear, y eso es muy problemático, pero de nuevo es una evolución de la democracia que resulta muy difícil de detener”.
Otro de los tertulianos pregunto si “¿tendría sentido en una política cada vez más atomizada como la española contar con un sistema de bipartidismo”, es decir, tener un bloque de derechas, uno de izquierdas, y tú puedes votar a uno de los dos y se van alternando y le quitamos poder a todos los nacionalismos y a todos los populismos y a todos los ismos que están saliendo”. Otro tertuliano se refirió a la reforma del sistema electoral y a un sistema de segunda vuelta, como en Francia. Manuel Arias explicó: “La idea de un mandato imperativo reversible si el elector está descontento es muy difícil de organizar satisfactoriamente, y como decía antes hay que reducir la complejidad a términos manejables sin sacrificar la heterogeneidad del todo. No es antidemocrático que los partidos cuando no hay mayoría suficiente pacten entre sí, el problema de que no pacten en España tiene que ver con nuestra cultura política y con que no se les puede obligar a pactar. Ya veremos si en el futuro esto cambiará, porque somos una anomalía europea, no hay un gobierno de coalición en España y lo ha habido en todos los países europeos. Es verdad que las elecciones italianas son muy frágiles, por ejemplo. La cuestión es a quien obedece el diputado, si a su partido o a sus electores/grupos de presión locales o nacionales que se acercan a él tentándole. La democracia americana en ese sentido es muy imperfecta porque vota muy poca gente, en las elecciones al congreso vota el 45 o 35 por ciento del censo a veces. Hay sectores sistemáticamente infrarrepresentados que no votan y porque la tendencia a la corrupción por el dinero de los representantes locales es muy alta. Entonces, tener la disciplina de partido tampoco es tan horroroso, en mi opinión. No hay un mecanismo de selección de élites que sea perfecto y el que representan los partidos no es necesariamente el peor de todos. La democracia baja de nivel, precisamente, porque es inclusiva y democrática. Todos los sistemas electorales reducen necesariamente representatividad. Son más representativos de la pluralidad los sistemas proporcionales. El bipartidismo en España nunca ha sido tan perfecto, mayorías absolutas no ha habido tantas. Reformar un sistema electoral es muy difícil, casi imposible. Porque los beneficiarios del sistema electoral son los que tienen que aprobar la reforma y, por tanto, no van a hacerlo. Aunque suene muy bien, tampoco se podría aprobar una reforma que, por ejemplo, dejara fuera del parlamento a los partidos catalanes y vascos. Respecto al sistema de doble vuelta, los franceses tienen por una parte la elección del presidente, y eso tiene doble vuelta cuando no alcanza mayoría absoluta en la primera elección. Eso no vamos a tenerlo porque no somos una democracia presidencialista, pero en Francia tienen un híbrido y es que en la elección a la Asamblea Nacional francesa también hay doble vuelta. Cuando ningún partido alcanza mayoría absoluta en primera vuelta, los que han alcanzado el 12,5 por ciento de los votos hacen una segunda vuelta. Ahí es donde surgen los famosos pactos. El sistema de doble vuelta tiene ese problema”.
Otro de los reunidos dijo que “si no me equivoco, Grecia había solucionado todo eso añadiéndole 50 escaños más al partido que gana”. “Sí, la prima electoral”, le contestó el profesor, quien añadió: “Eso se ha hecho en Grecia y se hizo en Italia en otro tiempo. Es una manera de facilitar la gobernabilidad premiando al ganador con escaños extras. En Grecia, la solución es relativa porque no ha habido gobiernos con mayoría absoluta, ha seguido existiendo la coalición entre Tsipras y la ultraderecha, curiosamente. En Italia, cuando se hizo no funcionó en absoluto. Es una opción, pero plantea problemas de legitimidad. El sistema electoral español podría tener algún retoque sin necesidad de tocar la Constitución, se pueden subir 50 escaños, pero, en fin, no creo que vosotros queráis que haya 50 políticos más en nómina en el parlamento, pero permitiría una mayor proporcionalidad en las circunscripciones que son más pequeñas, aunque en estas genera un efecto mayoritario, porque beneficia a los partidos grandes y perjudica a los pequeños. Nuestro problema es de cultura política de pactos. Entonces sí que veo que la competición partidista es el principal hándicap cuando la cultura política no acompaña y los actores políticos no son capaces de colaborar en beneficio del interés general para generar decisiones políticas eficaces, y ese problema no sé si tiene solución”.
Una de las últimas preguntas: “¿Qué te parece el pronóstico de posible pacto de Estado entre PP y PSOE?”.
Manuel Arias.- No creo que suceda. No creo que el PSOE vaya a aceptar. No van a renunciar a los votos que obtiene en Cataluña y en País Vasco y en Valencia, haciendo un pacto centralista con dos partidos a los que ha demonizado previamente ya como miembros de la derecha tricéfala y adjetivos similares. Su electorado no lo entendería, ellos lo saben y, por lo tanto, no lo van a hacer. No le veo ninguna viabilidad a ese pacto.
Tertuliano.- ¿Y ve posible la propuesta que está ya más que pactada de Vox, Ciudadanos y PP?
M.A.- No les salen las cuentas al centro derecha porque con tres partidos sin tener mayoría absoluta es muy difícil, el voto se fragmenta.
Tertuliano.- ¿Qué opina usted sobre la ley de hierro de Robert Michels? ¿Y eso, unido los partidos estatales que se financian por el Estado, considera que es saludable o puede ser el origen de un mal que tenemos?
M.A.- Tenía razón. Si te refieres a que se financien con dinero público, la alternativa es que se financien con dinero privado y, entonces, serán todavía más sensibles a la influencia de los grupos privados. Entonces, bueno, no me parece tan mal que reciban financiación pública.
Tertuliano.- Yo planteaba la posibilidad de que no se financiaran de ninguna manera y que el Estado, llegadas las elecciones, proporcionara a los partidos que tuvieran espacio donde presentar su programa.
M.A.- El problema de eso es que creo que los partidos no estarían dispuestos a financiarse solamente con los abonos de los ciudadanos. Se corromperían todavía más. Me parece que es inevitable la corrupción.
Tertuliano.- ¿No puede ser que uniendo la visión cortoplacista con la alta representatividad de algunos sectores en las redes sociales se esté convirtiendo la democracia en autocracia?
M.A.- Yo no serían tan pesimista sobre el rumbo de la democracia, a pesar de sus imperfecciones, a pesar de sus crisis… He empezado diciendo que siempre están en crisis pero, claro. Que el poder esté más repartido, que el poder está menos concentrado tiene sus pros y sus contras. Más gente puede protestar, pero eso hace que también los que concentran poder puedan ser más impotentes igualmente. Eso tiene una ambivalencia que no puedes erradicar fácilmente.