El equilibrio geopolítico, además de los gastos en Defensa, I+D+i y otros factores, también depende de la llamada transición energética. Los nuevos objetivos de la Unión Europea en la reducción de emisiones suponen potenciar el desarrollo de las renovables en el territorio de la UE e ir abandonando la importación de combustibles fósiles de terceros países, como el gas y el petróleo de los países del Magreb.
Pero si se acaban esas importaciones comunitarias, estos países norteafricanos lo pasarán muy mal económicamente, por lo que hay que ayudarles a buscar alternativas si se quieren evitar convulsiones políticas que terminarán afectando a España, entre otros miembros de la UE. Además, la demanda local de energía en Marruecos o Argelia, por citar solo estos países con los que España tiene una importante relación energética, seguirá creciendo en los próximos años y la preocupación por la seguridad energética de estos también surgirá.
Marruecos cuenta con dos cables eléctricos submarinos con España y pronto tendrá un tercero. Cuenta también con suficiente sol y viento como recurso energético. Argelia no, y podría ser uno de los grandes perdedores, porque si deja de exportar gas y petróleo (que son nada más y nada menos que el 97 por ciento de sus exportaciones) no tiene alternativa; por si fuera poco, la transformación de su sistema energético es demasiado lenta.
Hay otro elemento a tener en cuenta, la inmigración y los refugiados climáticos que ya están en Europa y sus fronteras, siendo el Sahel una de las zonas de tránsito y en la que se libra una guerra irregular de los yihadistas contra los gobiernos de la zona e, incluso, contra tropas occidentales, como las francesas. La ecuación energía, estabilidad económica y política y oportunidades de desestabilización está servida.