Miguel Such, cirujano cardiovascular: “Cuando el servicio es gratis, la demanda es infinita” - El Sol Digital
Miguel Such, cirujano cardiovascular: “Cuando el servicio es gratis, la demanda es infinita”El cirujano Miguel Such

Miguel Such, cirujano cardiovascular: “Cuando el servicio es gratis, la demanda es infinita”

Vicente Almenara.- Miguel Such, cirujano cardiovascular, acaba de dejar la sanidad pública, después de buena parte de su vida dedicado a ella, pero sigue operando en la privada, un mundo aparte. Este profesional de la Medicina, también profesor de la UMA, tiene ideas propias acerca de lo que pasa en el sistema de salud de todos los españoles y las posibles soluciones a sus males, aunque reconoce que no es un cuadro de blancos y negros, reclamando los matices para entender la excelencia de nuestros médicos y las críticas a los hospitales y centros de salud. Con él hablamos de sus comienzos en un quirófano y del momento actual de la profesión.

¿En qué época conoció a Valentín Fuster?

Fue en septiembre de 1988, en Nueva York. Él era mayor que yo y ya era el jefe del Servicio. Conseguí una beca del Fondo de Investigaciones Sanitarias para formarme en el Hospital Mount Sinai en Estados Unidos y al comentarlo con el que era el jefe de servicio de Carlos Haya, Norberto González de Vega, me dio una carta para presentarme a Valentín Fuster. Lo conocí en su despacho, y me pidió que fuera a verlo con frecuencia pero “antes de que llegara su secretaria”, auténtico muro defensivo, y hablamos muchos días antes de las 7 de la mañana.

¿Aquello era muy distinto a España?

Mi primer día en el hospital Monte Sinaí fue terrorífico, casi para llorar. Me defendía con el inglés médico, pero mi inglés era británico de la época. Fui de los que estudió francés y tuve que estudiar inglés como un loco porque toda la literatura médica estaba en inglés. Mi primer día me presenté y pregunté por el departamento de cirugía. Me mandaron a un edificio de oficinas y pregunté por el jefe de cirugía, que se llamaba Jacobson. Había una señora afroamericana que me contestó, en su americano natal, que estaba en la “ou ar”, y que necesitaba tener una “ai di”. Yo no sabía lo que era eso, y se lo dije, entonces ella me preguntó si yo era cirujano. Empezó a enfadarse porque no la entendía y, además, dudaba de que yo fuese médico. Estaba en la Quinta Avenida pensando qué hacer. Me di la vuelta y busqué a alguien con aspecto hispano y le hablé en español. Volví a hacer la misma pregunta y me dijeron que el cirujano estaba en el “operating room” (O.R) que es como llaman allí al quirófano (en Gran Bretaña le llamaban “theater”). También necesitaba la “identification” (ID), que era lo que yo oía como “ai di”. A partir de entonces, no hubo ningún problema. Ya me enteré de donde estaba todo.

Otra anécdota fue cuando me presenté al jefe del servicio de cirugía, Randall Grip. Me dijeron que él no era el jefe y me sorprendió. El jefe era un tal Bob Litwak, que dirigía el Servicio pero ya no operaba. Me recibió con amabilidad y me lo explicó todo. Me dejó su taquilla y una de sus batas. También era batería de un grupo de jazz y había tocado con el mítico Miller, y cuando llevaba una semana allí, me invitó a cenar en el local donde tocaba en Nueva York, el famoso “Charley O`s”, en la calle 49. Cuando vio que me gustaba mucho el jazz me invitó de nuevo a cenar, esta vez con su familia, en una “Jam session” en el gran teatro de Manhattan. Un hombre encantador, fue una experiencia extraordinaria. Tengo un libro de medicina dedicado por él donde guardo su biografía como músico.

Y empecé a entrar al quirófano cada día desde la mañana a la noche de forma habitual.

¿Era fuerte el contraste entre un quirófano de Madrid y uno de Nueva York?

Brutal. La diferencia estaba en todo. Era un quirófano lleno de monitores, con cámaras grabando la operación… Ahora mismo, las cosas son difíciles de imaginar. En aquella época, la dosificación de los sueros se hacía ya con bombas de infusión semiinformatizadas, de manera que el anestesista las manejaba con un teclado. Los resultados de los análisis aparecían en la pantalla de quirófano… ¡Hablamos del año 88 del siglo pasado! Había unas máquinas, que ahora son habituales, que recuperaban la sangre perdida para devolverla al paciente. Lo básico era como aquí, pero el resto…

¿Por qué no realizó Estados Unidos el primer trasplante de corazón de la historia?

Todo el programa y aprendizaje se hizo en Estados Unidos. La regulación de Estados Unidos era más estricta y quizá en África no existía. Esta es una opinión que he oído a muchos cirujanos cuando hemos hablado de esto. Christiaan Barnad se adelantó porque tuvo la oportunidad, pero el programa lo habían desarrollado en Estados Unidos.

El yerno de Franco, el marqués de Villaverde, también era cirujano, ¿lo conoció?

Lo conocí cuando le ofrecieron a mi maestro, José María Caffarena, que era el jefe del Servicio del Hospital La Fe de Valencia, hacerse cargo de la Cirugía Cardiaca del Hospital Ramón y Cajal tras el retiro del marqués. El doctor Martínez Bordiú venía de La Paz y fue uno de los prohombres que “diseñaron” el Ramón y Cajal.  Una de las condiciones que puso Caffarena es que otro cirujano de Valencia y yo fuéramos con él, y allí conocí al marqués. Finalmente, Caffarena se quedó en Valencia y del servicio se encargó el doctor Rufilanchas. Nos reunimos con Martínez Bordiú y con todos los cirujanos y cardiólogos, que tuvieron una actitud bastante hostil con Caffarena. Al final, esa actitud fue lo que le hizo no ir, pues la gerencia le había ofrecido absolutamente todo lo que solicitó. Definitivamente, fue Rufilanchas, alumno predilecto de Caffarena, el que salió de Puerta de Hierro y se fue como jefe de servicio allí. Duró muy poco, uno o dos años, antes de irse a crear el servicio del 12 de Octubre.

En el caso de Martínez-Bordiú, ¿todo su mérito era familiar?

Una figura de la cirugía cardiaca no fue, pues no hay publicaciones ni evidencias. La fama que tenía era la que todos conocemos, pero yo nunca le vi operar. Con estas personas tan controvertidas e influyentes es difícil saber dónde está la verdad. Sus detractores lo pintaban mal, pero también hubo cirujanos que se formaron con él. Yo califico a un jefe de servicio por lo que deja al retirarse más que por lo que hizo como jefe.

Miguel Such
Miguel Such también es profesor de la UMA

Hay una concentración de hospitales e infraestructuras de salud notable en Marbella, ¿no es así?

Sí. Hay muchos hospitales y clínicas privadas en el área. Pero solo tenemos el Hospital Costa Costa del Sol, del que se dice que tiene gestión mixta cuando, realmente, es todo público. La gestión es privada en el sentido de que el personal no pertenece al SAS. Ese hospital también tiene sus anécdotas. Cuando se creó, el primer gerente era jefe de anestesia. Era un señor muy de izquierdas y muy bueno personal  y profesionalmente. Y aceptó la oferta de una empresa privada para montar en el hospital todo el centro de diálisis: el personal sanitario, las máquinas, el material fungible… todo corría a cargo de la empresa, por lo que la sanidad pública dializaba gratis a todos los pacientes del hospital y del área. A cambio, la empresa podía dializar pacientes extranjeros y pacientes sin Seguridad Social en las horas de inactividad. Incluso, las pequeñas operaciones llamadas fístulas arteriovenosas que necesitan los enfermos, eran realizadas por un cirujano de Málaga pagando la empresa cada fístula con independencia de que fuera un paciente público o privado. Era un ahorro brutal para el hospital. Cuando aquello llegó a las altas esferas del SAS, cerraron el servicio para “que nadie se lucrase con la sanidad pública”. Quitaron al gerente y el Costa del Sol tuvo que comprar las máquinas, contratar personal y pagar todas las diálisis de toda la zona de Marbella, desde entonces hasta nuestros días. Estos son los hechos y que cada uno los califique.

¿Es tan difícil resolver la crisis de la sanidad pública?

Es una pregunta complicada. Probablemente, sea una ecuación sin solución. Cuando se plantean estos temas digo que tenemos una sanidad pública horrorosa pero que es la mejor del mundo. Siempre hay malas informaciones, como los problemas de mal funcionamiento del laboratorio, que pudieron ser puntuales. Yo nunca he pedido una analítica en el Clínico que al día siguiente no estuviese religiosamente en el ordenador. Todas estas cosas tienen muchos matices y cuando se sueltan aisladas parece que todo es un desastre. El último estudio realizado en EEUU dice que en 2016 murieron 250.000 americanos por errores médicos. Y tienen una sanidad excelente. No se debe decir que no existen soluciones, sino seguir trabajando para encontrarlas.

Tenemos problemas de masificación y listas de espera. Se dice que cuando la oferta es gratis, la demanda es infinita. Así que la Sanidad Gratuita Universal, cada país la está resolviendo a su manera. La sanidad británica tiene listas de espera interminables, y está mandando enfermos a hospitales de la India, que tienen gran capacidad médica y son más baratos. La mayoría de los países opta por el copago en función de la renta, o porque el paciente pague el servicio y después le reembolsen, etc. Las rentas bajas no pagan nada. En ningún país europeo se muere nadie en la calle por falta de dinero. Estados Unidos tiene una sanidad pública potentísima, pero solo para los que no tienen nada. En el Monte Sinaí, donde yo estuve, se operaban todos los pobres de Harlem, en el mismo quirófano donde se podía operar el hombre más rico del mundo. Probablemente, nadie tenga la solución. El problema de España es que la salud se ha presentado siempre de una forma dogmática y no abierta al pensamiento y la innovación. Todos hemos escuchado sanidad gratuita, universal y pública, ¿pero por qué pública? La empresa pública debería darse si puede hacerlo mejor y más barato, y eso hasta ahora nadie lo ha demostrado. Los funcionarios pueden elegir entre sanidad privada y pública. El Estado paga un 40 por ciento menos por los que eligen sanidad privada, que es más barata. Estoy harto de ver encuestas de satisfacción donde el 80 por ciento de los españoles está satisfecho de la sanidad pública. Sin embargo, cada año, tres millones de funcionarios votan eligiendo pública o privada, y el 80 por cirnto elige la privada, y eso no es una encuesta. Algo no cuadra. Todo tiene matices y derivaciones, el que está en sanidad privada si un día tiene un cáncer quizá cambia a la pública, por ejemplo. Las cosas no están tan claras como quieren hacernos ver los que dicen que solo se puede hacer de una forma. En Francia, la sanidad es universal, gratuita y privada. Alemania la tiene público-privada. Uno de los mejores hospitales de España es el Clínic de Barcelona, y no es público, pertenece a un Patronato que admite pacientes privados. ¿Podrían abrirse los quirófanos por las tardes y noches sin aumentar el gasto, si admitieran pacientes privados nuestros hospitales públicos?

¿Cuál será el futuro de nuestro país en sanidad?

No vislumbro nada, por desgracia. He pedido muchas veces un pacto nacional por la sanidad, pero en este momento no veo la posibilidad de que izquierda y derecha se pongan de acuerdo. Necesitaríamos a ese dirigente que consiga ilusionarnos a todos con un proyecto de país y tire de España, alguien que deje de hablar de “rojos y azules” y cuente con expertos y técnicos para tomar decisiones. De momento, me temo que seguirán dando “palos de ciego” como se hizo en Madrid con esa especie de semiprivatización que no llevó a nada. Y empezaría con cosas sencillas: Si por cinco céntimos la gente ha dejado de pedir bolsas en los supermercados quizás por un euro la gente deja de ir a urgencias por tonterías y se descongestionen de golpe.

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