Míchelo Toro, director de la escuela de fotografía Apertura
Maite Díaz Torres
El proyecto de la escuela Apertura comenzó a finales de los años 80, cuando Míchelo Toro, actual director del centro, tenía 12 años. La empresa familiar de distribución de material fotográfico DISFOTO creó un colectivo asociado al negocio y de esta forma se empezó a crear el germen de este centro. En 1995, con 25 años, Míchelo Toro comenzó a dirigir la escuela junto con otro socio para crear lo que hoy en día es Apertura.
Desde entonces, se decidió un cambio de paradigma y se apostó por una enseñanza menos teórica, más práctica y en la que más que dar dogmas lo más importante es compartir. Desde entonces, al año unos 300 alumnos acuden a Apertura para aprender los secretos de la fotografía en su versión digital y analógica, pudiendo conocer desde el nivel básico hasta el más avanzado. Los seis profesores que forman la plantilla del centro están especializados en diferentes campos de la fotografía y enseñan a los alumnos, tanto dentro del centro como en el exterior, recorriendo las calles de la ciudad para captar la mejor imagen. Este centro cuenta con una sala de exposiciones, una biblioteca especializada en fotografía, un espacio para el retoque digital y un laboratorio analógico.
Míchelo Toro, director de Apertura, economista y fotógrafo profesional, opina que la fotografía no puede tomarse como un trabajo, sino como una forma de vivir. Participó en la creación del Grupo fotográfico Aula-7, en el que hoy es socio de honor y más tarde completó sus estudios en EEUU, donde adquirió muchos de los conocimientos que hoy enseña a sus alumnos. Hoy, 20 años después de hacerse con la dirección de la escuela Apertura, aún tiene muchos proyectos en mente para este espacio.
-¿En Apertura dais mucha importancia a la enseñanza práctica?
Cuando aprendes a hacer fotografía tienes muchos conocimientos y todos esos conocimientos es necesario ponerlos en un clic. Si no disparas es como si no caminaras. En cualquier caso, en los primeros años teníamos más necesidad de enseñar el disparo. En los últimos años la escuela ha crecido en una parte filosófica y a la vez que tenemos cursos muy técnicos, tenemos otros más filosóficos y de autor donde lo importante es reflexionar. La fotografía es un lenguaje, como la palabra. Se puede tener una buena ortografía, gramática, caligrafía… pero eso no te hace ser García Márquez, en la fotografía ocurre igual. Por eso creemos que una escuela debe ser algo más que un lugar en el que dar cursos de fotografía, tiene que ser un espacio en el que el alumno pueda adquirir conocimiento y experiencia y por eso hacemos muchas cosas para que el alumno viva la fotografía.
-¿Qué perfiles tienen vuestros profesores?
Yo soy economista, aunque también he estudiado fotografía, tenemos una licenciada en Bellas Artes, un licenciado en Periodismo, otro en Historia del Arte y un informático con máster en Diseño Gráfico. Un claustro totalmente heterogéneo pero que se complementa para que cada módulo lo imparta el profesor certificado en ese tema.
-Has estudiado en EEUU, ¿Qué diferencia hay entre la fotografía de EEUU y la nuestra?
En EEUU hay mucha cultura fotográfica y muchas salas de exposiciones, revistas… Hace 100 años que se apostó en EEUU por la fotografía, por lo que nos llevan mucha ventaja, también es mucho más grande que España. Aunque Francia y en Inglaterra son iguales en tamaño que nuestro país y también nos llevan ventaja.
-¿En qué sentido van por delante?
Hay una tradición fotográfica, una educación fotográfica desde pequeños. La fotografía está más dentro de la cultura. En España tenemos la música, la pintura… hay muchas facetas culturales pero la fotografía se va posicionando poco a poco. En Estados Unidos, Inglaterra y Francia nos llevan 30 o 40 años de ventaja.
-¿Se podría decir que la fotografía es la gran olvidada?
Si, por poner un ejemplo, en el año 84 es la primera vez que en España el Ministerio de Cultura le da el Premio Nacional de las Artes a un fotógrafo. Pocos años después ya se instauró el Premio Nacional de Fotografía. Esto significa que hasta ese año nadie pensaba que la fotografía era un arte.
-Si alguien decide estudiar fotografía ¿Qué puede hacer?
Primero, es necesario saber el perfil del alumno, la edad y hasta dónde quiere llegar tanto a nivel técnico como artístico. Hay asignaturas de fotografía en Periodismo, Publicidad y Bellas Artes, pero no las imparten fotógrafos, por eso existimos las escuelas privadas. Nosotros somos una alternativa y un complemento a las escuelas regladas en las que también se puede estudiar fotografía. Tenemos muchos alumnos de Periodismo, Comunicación o Ciclos FP que complementan sus estudios en las escuelas y también tenemos otros que conocen la fotografía con nosotros y deciden ampliar sus estudios con la educación reglada.
-A la hora de pasar a ser profesional de la fotografía ¿qué dificultades se encuentran?
La profesión está difícil en todos los sitios. La democratización de la fotografía ha hecho que esté muy al alcance, lo que hace que sea más fácil hacer fotografía. Lo que sí es verdad es que hay más clientes que buscan precio de los que buscan calidad a un precio mayor, pero eso pasa en fotografía y en todas las profesiones. Es una cuestión del país, no del sector. Un fotógrafo semi-profesional en EEUU cobra el doble de lo que se cobra aquí. Podríamos estar hablando de un precio de unos 900 o 1.000 euros por reportaje, mientras en EEUU son 2.000.
Por otra parte, para ser profesional de la fotografía es necesario tener conocimientos de marketing, de gestión… de un montón de conocimientos, no solamente de fotografía. También hay que tener mucha ilusión porque no se es fotógrafo de ocho a tres, la fotografía es una forma de vivir. Para pasar a ser profesional es necesario emplear de dos a cinco años y no dejar de formarse nunca. Tienes que tener el cerebro siempre trabajando y para eso tu pasión tiene que ser la fotografía.
-Apertura fue de las primeras empresas que trajeron la fotografía digital a Málaga. ¿Cómo fue ese comienzo?
Sí, fuimos los primeros y además nos llamaron locos cuando pedimos un préstamo para comprar ordenadores antiquísimos, montamos un aula y la inauguramos con una exposición de fotografía digital. Cuando la gente veía eso decía que estábamos locos. Hoy en día seguimos teniendo nuestros cursos en blanco y negro de fotografía de carrete, es asignatura obligatoria en el curso profesional y hay alumnos que quieren aprender a revelar.
-¿Entonces lo analógico sigue siendo necesario?
Necesario no, es un extra, pero lo que está claro es que la fotografía analógica nunca ha muerto y hay muchos fotógrafos que destacan del resto por trabajar con carrete. Se llama Film Fotographer y su reportaje de boda en lugar de 1.000 euros cuesta 3.000. Es una forma de diferenciarse.
-¿Crees que con la fotografía digital se ha democratizado demasiado este arte?
Se ha democratizado muchísimo, hay mucha imagen, pero hay que saber leer lo que es fotografía con mayúsculas. Lamentablemente no tenemos un público educado, por eso baja la calidad, pero cuando se está educado en la fotografía se sabe diferenciar dónde está la buena fotografía.
-¿Cómo se educa al público?
Ese es uno de los proyectos que tenemos para 2016. Nuestro proyecto Apertura Lab incluirá investigación, educación y nuevas formas de exhibición. Con Apertura Lab pretendemos educar espectadores de fotografía. También llevamos varios años educando a jóvenes a leer fotografía para conseguir que haya un conocimiento en este sentido. Esto hace que sean más críticos a la hora de ver la prensa y la publicidad. El conocimiento en cualquier campo nos hace ser más críticos. Por último, también tenemos planteado un curso para formar a formadores que enseñen fotografía en los colegios a través de juegos. De esta forma se harán espectadores educados.
-¿Qué aportan vuestros cursos de fotografía a los alumnos más jóvenes?
Les ayudamos a empezar a comprender cómo funciona gramaticalmente y ortográficamente su nueva forma de comunicar. Los jóvenes ya comunican con Instagram y con Whatsapp, por lo que ya empiezan a tener los códigos de lo que quieren decir y cómo lo quieren decir.
Aunque la fotografía no se enseña en los colegios, las nuevas generaciones leen muy bien las imágenes, porque vivimos en una cultura muy visual. Lo que pasa es que leen, pero no reflexionan porque no tienen la gramática a nivel de enfoque, movimiento… al enseñarles los puntos que hacen que una fotografía quiera decir algo, se les obliga a pensar.