El presidente francés Macron empleó una artimaña política en la pasada Cumbre del G7 en Biarritz contra el conservador presidente de Brasil por los incendios en la Amazonia, acusándolo de “incapaz” y amenazándole con no firmar el tratado de Mercosur, una medida que él sabe que no puede cumplir. Buscaba ser noticia, sin sopesar las consecuencias, en base a una táctica, la llamada fortaleza de la ficción. Francia retraso su firma al primer acuerdo de Mercosur 20 años para defender intereses agrícolas. En esa reunión, Alemania anunció que retiraba los fondos que venía aportando para los proyectos de conservación del Amazonas mientras sus emisiones de CO2 rondan los 90 billones de toneladas al año frente a los 14 billones de Brasil.
Macrón ocultó en su discurso, de forma evidente, que en la presidencia del socialista brasileño Luiz Ignacio Lula da Silva se registró un récord de incendios en la selva amazónica. En su primer año de mandato, en 2003, hubo 63.229 incendios hasta finales del mes de agosto (con Bolsonaro ha habido 45.283). En esos mismos nueve meses primeros del año, se produjeron 78.239 incendios en 2004 y 89.315 en 2005; también se registraron otros picos en 2007 (60.651) y en el último año de la presidencia de Lula, en 2010 (57.194), de acuerdo con las estadísticas nacionales. El expresidente socialista, hoy encarcelado por diversos casos de corrupción, se presentó en numerosos foros internacionales como un abanderado de la causa ecologista.
Todo ocurre, además, en el marco de una campaña de agitación coordinada desde movimientos vinculados al Foro de Sao Paulo, que se reunió hace varias semanas en Caracas para relanzar su campaña contra los “gobiernos de derechas” de América Latina.
La deforestación de la región amazónica viene impulsada por la extensión del cultivo de la soja, destinada a inmensos mercados asiáticos como el de China. El enorme peso de los intereses condiciona la vida política del país sudamericano y decide el voto de muchos gobernadores, senadores y diputados. Bolsonaro contó para su triunfo electoral con el apoyo de gran parte de ese «lobby de la soja», el mismo que con anterioridad apoyó masivamente la candidatura socialista de Lula.
Entre 2012 y 2017, el año más reciente sobre el que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ofrece datos, en Brasil el número de hectáreas con este cultivo aumentó un 35,8 por ciento. El salto aún fue mayor en cuanto a producción de grano de soja, con un incremento del 74 por ciento.
En Bolivia, el presidente Evo Morales durante sus trece años de gobierno se ha apoyado en el voto del sector cocalero, ampliando el número de hectáreas de cultivo legal de coca, y el avance de la soja. La superficie de cultivo ha aumentado (un 16 por ciento entre 2010 y 2017, llegando a 1,2 millones de hectáreas), y la producción (un 78 por ciento en el mismo periodo, alcanzando los 3 millones de toneladas). En 2017 se duplicó ese límite, pasándolo de 12.000 a 22.000 hectáreas. Los países del Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) acaparan el 50 por ciento de la producción mundial de un alimento que ha devenido en estratégico.
Y en los últimos años, la expresión “Estado profundo” se ha puesto de moda en Estados Unidos. El concepto de Estado profundo apareció tras varios escándalos que conmovieron Turquía en los años noventa, cuando la colaboración turbia entre el espionaje estatal, la oligarquía militar, la justicia corrupta y el crimen organizado del narco parecían dirigir el sistema turco, explica el historiador Jean-Pierre Filiu en “From Deep State to Islamic State” (Del Estado Profundo al Estado Islámico).
El presidente Donald Trump y sus seguidores la usan para referirse a las supuestas estructuras ocultas del poder en Washington que socavan su acción política desde dentro de la Administración. A veces sirve para referirse a lo que un antecesor suyo, Dwight Eisenhower, denunció como el complejo militar-industrial, o a la CIA, el FBI, el NSA y otras agencias.
El “Estado profundo” sería la parte del Estado que no se ve y que, sin haber pasado por las urnas ni estar sometido a contrapoderes, siempre está ahí, defendiendo sus intereses más allá de qué partido o personalidad gobierne. El ‘Estado profundo’, se describe por politólogos como «la parte del Gobierno que no cambia jamás sin importar qué partido controle el Congreso y qué partido esté en la Casa Blanca», se manifiesta en la comunidad de la Inteligencia por el amplio acceso de sus miembros a datos, lo que les puede permitir «manipular» al mandatario, y ocultarle informaciones.
Hace unas semanas Trump pidió al Congreso que estudiara los informes sobre las «investigaciones políticamente motivadas» que llevó a cabo la anterior Administración antes de las elecciones del 2016. El escritor norteamericano Mike Lofgren ha investigado de este tema en su libro “The deep state. The fall of the Constitution and de rise of a shadow government” (Estado profundo. La caída de la Constitución y el ascenso de un gobierno en la sombra).
De otra parte, Pedro Sánchez muy crecido por las encuestas del CIS, no tiene miedo a que la sentencia de los EREs le estalle al PSOE andaluz. Todo apunta a que el veredicto del juicio que sentó en el banquillo a los expresidentes de la Junta Manuel Chaves y José Antonio Griñán, además de a otros 19 ex altos cargos, se va a hacer esperar más allá del 10-N, si se convocan elecciones. El juicio quedó visto para sentencia el pasado 17 de diciembre, que consta de 900.000 folios de expedientes.
Este cóctel explosivo le sirve a Sánchez para ir captando a dirigentes que se van olvidando apoyar a Susana Diaz. La Fiscalía Anticorrupción pide para el ex presidente Griñán seis años de cárcel y 30 de inhabilitación por prevaricación y, para Chaves, 10 años de inhabilitación. Además, hay miles de millones de euros “perdidos”. ¿Habrá consecuencias políticas a un partido con poder absoluto y una forma de hacer política deplorable? Mientras unos están sentados en los banquillos, otros están sentados en los gobiernos, y ese ridículo lo llevarán sobre sus espaldas toda la vida, si saben lo que es ética y moral. El escaso eco mediático a nivel nacional quizás se deba a que casi la totalidad de las autorizaciones y licencias que otorgó Sáenz de Santamaría fueran a medios de comunicación de izquierdas antiPP.
“Humildad y amor” son características indispensables para quien gobierna, mientras que los ciudadanos, sobre todo si son católicos, no pueden desinteresarse de la política, nos dice el Papa Francisco. La política – señala la Doctrina Social de la Iglesia – es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común. El discernimiento de Francisco con respecto a la política pone en evidencia el hecho de que “todos” tenemos que “rehabilitarla”. La visión tan positiva de la política que tiene Francisco corresponde a la del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
En el tratado “De caritate”, Santo Tomás habla del “amor social”. Con esta expresión quiere significar que el amor tiene que ser ofrecido también a un extraño, cuando de él “depende el bien común”. En el comentario a la Ética de Aristóteles, Santo Tomás le atribuye a la política el estatuto de “máxima ciencia arquitectónica”. En el campo de la política, que es el arte de lo posible, la realización es una siempre renovada mediación entre el bien particular y el bien común.
Toda persona, todo grupo, todo sector de la sociedad española debe poder escuchar el mensaje común de la doctrina social de la Iglesia y la parte específica que se refiere a él, dejándose conquistar el corazón y de esta manera cada sector y/o individuo se puede transformar en agente activo y creativo de la deseada y necesaria rehabilitación de la política.
El olvidar el pasado es un grave error. Se suele obviar con frecuencia que las bayonetas del ejército soviético llevaron medio siglo de represión a los pueblos de Europa central y oriental, la violación sistemática de derechos fundamentales individuales y colectivos, a la supresión de la conciencia civil, a un desarrollo económico arcaico y al olvido de sus raíces cristianas y de los avances en ese periodo. Algo más grave es aliarse con quienes defienden a ese extinto régimen autoritario enarbolando la defensa de la justicia social.