Durante los primeros años del siglo XX, en el Imperio ruso comenzó a manifestarse un incipiente malestar entre obreros y campesinos, sobre todo a través de huelgas y disturbios rurales. A partir de 1904, a la crisis económica que vivía el país se sumó la creciente impopularidad del gobierno tras las humillantes derrotas militares en la guerra ruso-japonesa, dando alas a la oposición liberal para iniciar una campaña a favor de la adopción de un régimen constitucional.
Sucedió en San Petersburgo el 22 de enero de 1905. Ese día, 1.200 trabajadores, que se manifestaban pacíficamente fueron reprimidos por la Guardia Imperial rusa. Hubo 200 muertos y 800 heridos. Todo empezó tiempo antes de una manera insólita. Las protestas habían comenzado en septiembre de 1904, cuando los imprenteros moscovitas pidieron un aumento de sueldo basado en una petición increíble. Los imprenteros cobraban por cada letra impresa, pero no por la puntuación. La imprenta Sytin fue la que dio el puntapié. Pidieron cobrar también los signos de puntuación. Y una jornada laboral más corta. Se sumaron otros gremios, en especial el de los panaderos. En octubre ya se habían unido los tipógrafos y los ferroviarios, que detuvieron todos los servicios y formaron un Soviet.
Los cables de telégrafos se cortaron, los trenes no corrían, las centrales eléctricas no funcionaban y el Soviet de San Petersburgo se hizo fuerte teniendo a la cabeza a León Trotsky. El zar se enojó mucho cuando a la huelga se plegó el Ballet imperial. La Guardia Imperial disparó contra la multitud sin importar sexo o edad. Al final del tiroteo, con las balas que sólo salían de los fusiles de los soldados, la explanada quedó sembrada con 200 muertos y 800 heridos.
El Domingo Sangriento o Domingo Rojo de 1905, fue un asesinato colectivo llevado a cabo por la Guardia Imperial Rusa contra manifestantes pacíficos, encabezados por el Padre Gapon. Ocurrió en San Petersburgo el 22 de enero de 1905 (9 de enero según el calendario juliano entonces vigente en ruso), el día en que 200.000 trabajadores se reunieron a las puertas del Palacio de Invierno, residencia del zar Nicolás II .
El zar Nicolás II no estaba en el Palacio, pero su tío, el gran duque Vladimir Aleksandrovich, ordenó que se abriera fuego contra la multitud. La noticia de la masacre pronto se difundió por todo el país y esto provocó la revuelta de muchos campesinos en las zonas rurales, hubo numerosas huelgas en diferentes ciudades y disturbios en las Fuerzas Armadas que se extendieron a lo largo de un año.
El propio León Trotsky dijo: «Esta fue la huelga que comenzó con los signos de puntuación y terminó con el absolutismo”.
En un clásico estudio, Leopold Haimson y Eric Brian (1992) identificaron tres grandes oleadas de huelgas en Rusia a comienzos del siglo XX: 1905-1907, 1912-1914 y 1915-1917. Cada una de estas oleadas comenzó a partir de una reacción ante eventos concretos, es decir, las grandes matanzas perpetradas por el zarismo en contra del movimiento obrero.
Ante el aumento del peligro revolucionario, el zar se vio obligado a aceptar un régimen parlamentario, lo que contribuyó a dividir a los rebeldes, al contentar parcialmente a los liberales pero no a la izquierda.
A pesar de que el movimiento se encontraba fragmentado y en reflujo, los sectores revolucionarios intentaron dar un salto adelante a través de una insurrección impulsada por el Soviet de Moscú en diciembre de 1905. El levantamiento resultó un fracaso, dejando un saldo de alrededor de 700 muertos y 2.000 heridos.
Entre octubre de 1905 y abril de 1906 el zarismo ejecutó a unas 15.000 personas, hiriendo además a unas 20.000 y exiliando a más de 45.000. Por otra parte, la desarticulación del movimiento permitió a Nicolás II limitar el alcance de sus concesiones, especialmente en lo referido al poder y la representatividad de la Duma, la nueva asamblea parlamentaria.
El resultado de los sucesos de 1905 fue, en muchos sentidos, paradójico. Por una parte, significó un cierto grado de liberalización política, pero también reforzó la autocracia concentrando el poder ejecutivo en las manos del zar.
La concesión de algunos derechos básicos permitió el florecimiento de una incipiente sociedad civil, si bien en un contexto sumamente represivo en el que miles de personas fueron ejecutadas durante estos años. Por su parte, los trabajadores aprovecharon la legalización parcial de los sindicatos, afiliándose de forma masiva a ellos. Dicho éxito significó una constante presión policial sobre el movimiento obrero: cientos de sindicatos fueron clausurados y a un número similar se les negó su inscripción legal.
En 1912, una brutal nueva matanza contribuiría a hundir gran parte de las esperanzas al respecto. A lo largo del río Lena en Siberia se situaban enormes yacimientos de oro explotados por la empresa de capital ruso y británico Lenzoloto, la cual obtenía cada año beneficios millonarios. La situación estalló a finales de febrero de 1912, cuando cientos de trabajadores de la mina Andreyevsky abandonaron el trabajo alegando que se les había servido carne en mal estado.
Durante las semanas siguiente la huelga se extendió rápidamente por las otras minas, involucrando unos 6.000 trabajadores. El 4 de abril, una manifestación pacífica de alrededor de 2.500 huelguistas fue duramente reprimida por las tropas, dejando alrededor de 250 muertos y más de 500 heridos. De todas formas, la huelga continuó hasta mediados de agosto, cuando los huelguistas hubieron de aceptar la derrota y alrededor de 9.000 trabajadores abandonaron las minas.
La masacre provocó una enorme indignación popular. Inmediatamente, alrededor de unos 250.000 obreros abandonaron el trabajo en protesta (unos 100.000 de ellos en San Petersburgo), mientras que el 18 de abril alrededor de medio millón de personas se manifestaron a lo largo de todo el país. La oleada de huelgas entre 1912 y 1914, presentó un carácter marcadamente violento y radical por parte de las masas trabajadoras. Una actitud, que favoreció el avance de los bolcheviques en las principales organizaciones sindicales del país. El punto álgido se vivió el 3 de julio de 1914, con la declaración de una huelga general en San Petersburgo.
La oleada de huelgas que siguió puede dividirse en tres fases. La primera duró entre agosto y diciembre de 1915, asumiendo un carácter sobre todo de protesta socioeconómica ante la inflación y la escasez de alimentos y artículos de primera necesidad. Durante la segunda, a comienzos de 1916, la conflictividad comenzó a ser claramente impulsada por los obreros metalúrgicos y a concentrarse en San Petersburgo, ahora llamada Petrogrado. La última fase, entre julio de 1916 y febrero de 1917, alcanzó un carácter cada vez más político.
La caída del zarismo estuvo marcada por el carácter represivo y sangriento transformando en acción colectiva estos factores estructurales, desencadenando tres grandes oleadas de huelgas y protestas durante los primeros años del siglo XX. En este proceso, la legitimidad del zar como “padre bondadoso” de los trabajadores rusos se fue erosionando, lo que permitió el crecimiento de una conciencia de clase y política cada vez más radicalizada y difusa.
Y en los últimos años del deshielo vivido con Nikita Jruschov en el Kremlin (1953-64), el pueblo esperaba con ilusión el desarrollo del comunismo verdadero durante sus vidas. En la ciudad de Aleksandrov las autoridades comenzaron a disparar en una multitud de manifestantes. Esto marcó el inicio de una serie de choques entre el pueblo y el Estado, lo cual probó que la confianza del pueblo hacia las autoridades había sido infundada.
En 1962 el liderazgo del Partido tuvo que escoger entre las armas y la mantequilla. Escogió los misiles. La crisis económica de 1960-62 creó una situación explosiva. La reforma de los precios envió ondas expansivas a todo el país. Los trabajadores indignados sostuvieron debates para afrontar lo que estaba ocurriendo, pero al final siguieron trabajando igual. En Novocherkassk fue diferente.
El golpe más duro por el alza de precios fue para aquellos trabajadores cuyas empresas acababan de recortar los sueldos. Los trabajadores estallaron de furia. Los tanques intentaban salir de la plaza, pero la gente no los dejaba. » ¡Decídselo a Khrushchev! ¡Decídselo a Khrushchev !» las masas cantaban, y luego: ¡» Déjadle ver esto! ¡Déjadle ver esto!».
Fue el primer suceso en la Rusia de la posguerra de actividad de gran escala de los trabajadores en la defensa de su economía básica y sus intereses políticos. Bajo el gobierno de Khrushchev hubo 61 incidencias registradas de gran escala de los trabajadores en la Unión Soviética, 12 de las cuales se convirtieron en manifestaciones públicas y / o motines.
La tragedia Novocherkassk, el derrocamiento de Khrushchev, el aplastamiento de los ensueños socialistas de la «Primavera de Praga» y el asesinato de los trabajadores en las manifestaciones en la costa báltica en Polonia, sirvieron para que las vendas cayeran de los ojos de la políticamente activa gente de los países del Bloque Oriental.
La fábula de que vivían en estados «socialistas» que «representan los intereses de la clase obrera», era desde el principio una cruel y gran mentira.