Israel Mármol. Economista
No me gustan los refranes, ni “perlas de sabiduría” que se disfrazan de citas. Además, con la proliferación de memes en la red cada vez hay mas citas “falsas” y reconocerlas es uno de los juegos más divertidos que existen.
Una de las citas que se repite en el día de hoy todos los años es “la lotería es el impuesto que se cobra a quienes no saben de matemáticas”. La razón es que la esperanza matemática de jugar a la lotería es negativa y, a largo plazo, siempre perderás el porcentaje que no se reparta en premios.
Pues no estoy de acuerdo: jugar a la lotería es una decisión extremadamente racional y la clave es la enorme desigualdad que existe entre la pérdida esperada y la ganancia potencial si la suerte nos sonríe.
Si juego cuatro euros semanales más sorteos extra, Navidad, especiales de la ONCE, durante los 38 años que me quedan de vida gastaré unos 10.000 euros de hoy a lo largo de toda mi vida y esperaría recuperar unos 7.000 euros. Si cogiera los 10.000 euros y los capitalizara al 4 por ciento esos 38 años moriría con unos 45.000 euros.
Pero no estamos tomando una decisión de inversión bajo criterios técnicos, estamos jugando a la aparición de un cisne negro. Es replicar la estrategia de inversión de Taleb Nassim, una cartera compuesta por:
• un porcentaje elevado de bonos extremadamente seguros con un rendimiento fijo y asegurado, por escaso que sea.
• una apuesta a la ocurrencia de uno o varios cisnes negros que ofrezcan un rendimiento descomunal comparado con el importe invertido. Apostar a algo cuya posibilidad de ocurrir es tan remota que se descarta pero que tendrá tal impacto en los mercados que los beneficios sean desmesurados.
Jugar a la lotería es algo muy parecido: invierto lo que me costaría apenas un café diario con la esperanza de obtener una recompensa miles de veces superior. Jugar a la lotería no es un impuesto sobre la ignorancia en estadísticas, es un impuesto sobre la esperanza.
Una segunda razón para jugar es la envidia. Este argumento se aplica especialmente a los décimos de la oficina, de la peña futbolística, de la cofradía o del supermercado del barrio, todo dependiendo de hasta donde alcance la posibilidad de cabrearte ante la suerte ajena.
Esta justificación se puede resumir en “como le toque a esta panda y a mí no, me da algo.”
Un poco más elaborado: la felicidad no es una variable absoluta que depende de lo que deseemos en la vida y de lo que obtengamos sino de cómo compare lo que tenemos con aquello que tienen los más cercanos. Nuestra felicidad no es función de nuestros logros sino de lo que hayamos conseguido comparado con lo que haya conseguido el vecino.
Así que al comprar el décimo de la oficina estamos comprando un seguro contra empezar a encontrar defectos intolerables a todos los conocidos que tomaron la decisión acertada: jugar en grupo.
Holanda ha aprovechado este sesgo psicológico creando la lotería del código postal. El premio lo reciben todos los que viven en el código postal premiado… siempre que hayan comprado un boleto. La máxima expresión de “no puedo permitir que le toque a todos estos y a mí no.”
Por último, Hanna Fry es capaz de desmoralizar a todos los que estamos sin pareja que leamos su libro “Las matemáticas del amor”. ¿La razón? Que cita el trabajo de Peter Backus en el que calcula que la probabilidad de encontrar al amor de nuestra vida (un amor eterno de los que duran un corto invierno) es cuatrocientas veces inferior a la de encontrar vida extraterrestre, calculada aplicando la ecuación de Frank Drake.
Backus calcula que hay 26 mujeres en el Reino Unido que superan los filtros que establece para poder considerarlas su media naranja. Estos filtros son:
Que viva a una distancia razonable, la franja de edad, que tengan estudios superiores, que se vayan a llevar bien, que la encuentre atractiva, que ella la encuentre atractivo.
Aplicando los seis filtros resulta que tiene una posibilidad entre 285.000 de encontrar a la mujer de su vida. Claro que si jugamos con los parámetros que apliquemos los resultados variarán y a eso se aferra Hannah para darnos alguna esperanza.
Sin embargo, nadie dice que salir a discotecas, apuntarse a clases de salsa, escribir a todos los perfiles de Meetic con la esperanza de que alguna chica te responda o dar la barrila a tus amigas para que te presenten amigas solteras sea una pérdida de tiempo o una decisión irracional y todos los años tenemos que oír que jugar a la lotería sí lo es. Las probabilidades de ganar el Gordo son de una entre 100.000 y hace unos años era de una entre 66.667, ya que solo se emitían las series hasta ese número.