Más de la mitad de la población mundial reside actualmente en zonas urbanas, y Naciones Unidas estima que el número de habitantes urbanos alcanzará los 10.000 millones de personas en el año 2050. En este escenario, la demanda de recursos esenciales como el agua, la energía y los alimentos, adquirirá dimensiones incompatibles con el actual modelo de producción y consumo, a la vez que se incrementarán la generación de residuos, la contaminación, las desigualdades sociales y las crisis de convivencia.
La economía circular es un pilar fundamental en la gestión de cualquier ciudad inteligente. Debemos cambiar la concepción de economía hacia proyectos de Economía Circular. Esta representa una nueva manera de generar valor económico, ambiental y socialmente más responsable, resiliente y competitivo.
Para conseguirlo, hay “7 claves de la economía circular”, aspectos mediante los cuales podemos diferenciar una serie de etapas que facilitarán el tránsito de la economía lineal a la economía circular. Estas son priorizar los recursos renovables; preservar y extender lo que ya existe; utilizar residuos como recursos; diseñar para el futuro; repensar el modelo de negocio; incorporar la tecnología digital, y colaborar para crear valor conjunto.
La herramienta Circle City Scan Tool permite a los gobiernos locales descubrir y priorizar oportunidades circulares para su ciudad o región, basándose en datos de flujo socioeconómico y de materiales disponibles públicamente y patentados; estudios de casos circulares relevantes y la opinión de los usuarios sobre qué sectores, materiales e impacto sobre las áreas son una prioridad en las agendas locales.
La economía circular es una economía cuyo objetivo es que el valor de los productos, materiales y recursos se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible y que se reduzca al mínimo la generación de residuos no aprovechables. Los metabolismos urbanos son complejos e interdependientes, y no se puede cambiar una función sin crear algún impacto en las otras. A medida que crecen los desafíos para las ciudades, surge la necesidad de establecer acciones que ayuden a construir resiliencia.
La resiliencia es un concepto que, aplicado a las ciudades, consiste en que éstas tengan la capacidad para prepararse, resistir y recuperarse frente a una crisis. De acuerdo a esta definición y a 10 factores estudiados por la Fundación Rockefeller, es posible conocer una propuesta para saber si vivimos en una ciudad resiliente o no, dependiendo si cuenta con ciertos sistemas públicos o si realiza algunas prácticas sostenibles.
La implementación de una visión en las ciudades basada en el paradigma de la economía circular puede proporcionarnos beneficios en relación a las tres vertientes de la sostenibilidad: la económica, la social y la medioambiental.
La ciudad resiliente, debe mantener los materiales en uso y reducir las presiones sobre los materiales vírgenes, y que trabaje con capacidad de producción local y distribuida, y que aproveche las nuevas tecnologías habilitadoras digitales. Para ello es necesario cambiar la manera en que se planifican, diseñan y financian los sistemas urbanos, así como la forma en que se crean, usan y reconvierten.
Esta nueva visión se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a cumplir en 2030, especialmente con el ODS número 11 sobre comunidades y ciudades sostenibles, y los relacionados con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y la mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático. En última instancia, se trata de una transición colaborativa hacia un futuro de ciudades prósperas que son habitables y resilientes, y que usan materiales y servicios de acuerdo con los principios de la economía circular.
El biomimetismo es la innovación está inspirada en la naturaleza, ya que ésta ha sido capaz de desarrollar tácticas de resiliencia de forma espontánea, así según el Instituto de Biomimetismo, el funcionamiento de los edificios representa el 40% de toda la energía utilizada por la humanidad. Es una nueva vía para las ciudades.
Los sistemas públicos de bicicletas permiten que la gente se traslade por la ciudad sin contaminar ni congestionar las calles. Es por esto que es necesario que las ciudades ofrezcan alternativas públicas de movilidad, como los sistemas de préstamos de bicicletas, para que estén al alcance de sus ciudadanos y no afecten el medioambiente.
Muchos son los problemas a los que se enfrentan las ciudades modernas: contaminación, movilidad, vivienda, sanidad. Pero ninguno tan grave, tan determinante como el del suministro de agua. Quizá el caso más llamativo fue el de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Acuerdo de París sobre el cambio climático, la Cumbre Humanitaria Mundial o la Agenda para la Humanidad del secretario general de Naciones Unidas son algunos de los acuerdos mundiales que tratan de poner solución a este problema.
En España tenemos buenos ejemplos con nuestras grandes empresas de gestión del agua como Agbar y Canal de Isabel II. Recientemente, el presidente ejecutivo de Aguas de Barcelona, ha puesto de relieve la importancia de la anticipación y la diversificación en una conferencia en Madrid, que pronunció bajo el título “Del smart city al smart agriculture: impulsando el desarrollo sostenible en la era digital”.
Garantizar el desarrollo sostenible de las ciudades va a requerir, y así lo subraya Naciones Unidas, la cooperación entre el sector privado y el público, y también establecer una relación directa con los ciudadanos, es decir, pasar de la participación público-privada a la participación público-privada y personas.
Los retos son formidables. Una urbe persistente se anticipa a los posibles impactos actuales y futuros. Esta anticipación permite desarrollar políticas y mecanismos de resistencia para afrontar los desastres naturales.
Las ciudades adaptables son flexibles y pueden evolucionar y reajustar sus recursos según las propias necesidades de la sociedad en cualquiera de sus ámbitos. Las ciudades resilientes tienen en cuenta cuál es el sector de la población más vulnerable y, se establecen políticas de actuación inclusivas y de cohesión social.
La ciudad condal ha implementado una serie de políticas verdes orientadas a la promoción de energías renovables. Barcelona emplea vehículos eléctricos en sus transportes públicos para reducir el uso de combustibles fósiles y también han disminuido la contaminación acústica. La urbe catalana es una de las ciudades destacadas gracias a la creación del departamento de Resiliencia Urbana que se encarga de mejorar las infraestructuras y servicios urbanos.
Bristol es la ciudad con mayor crecimiento de Reino Unido. Desde el gobierno local se han implementado partidas económicas importantes para mejorar las infraestructuras y los servicios urbanos de transporte. La práctica totalidad de los edificios tienen una estructura antigua.
Montreal, la segunda mayor ciudad de Canadá centra su estrategia de resiliencia en la modernización y adecuación de las infraestructuras. Las olas de calor y frío se han intensificado en los últimos años, por lo que prevenir los efectos de los cambios de temperatura bruscos es otro de los principales objetivos.
El caso de Ámsterdam se está convirtiendo en el epicentro de la economía circular a nivel mundial, es un claro ejemplo de equilibrio ecológico que puede aportar este modelo de desarrollo a nuestras sociedades urbanas.
La iniciativa Desarrollando Ciudades Resilientes 2030 (MCR2030) es una iniciativa que, mediante la articulación de múltiples partes interesadas, impulsa la resiliencia local a través de la incidencia política, el intercambio de conocimientos y experiencias, y el establecimiento de redes de aprendizaje entre ciudades. De forma simultánea, impulsa el fortalecimiento de las capacidades técnicas, conecta múltiples niveles de gobierno y promueve alianzas estratégicas.
El enfoque de la reducción del riesgo de desastres no puede considerar amenazas aisladas, dividirse en apartados estancos o ser responsabilidad de entidades de respuesta o prestación de servicios. La participación de los organismos de planificación local, con una representación multisectorial y que involucre diversas partes interesadas es necesaria.
Estos procesos de planificación de las ciudades deben incorporar la premisa de la reducción del riesgo, y deben dirigir las inversiones para el fortalecimiento de la resiliencia.
La iniciativa MCR2030 apoya a las ciudades en su senda hacia la reducción del riesgo y el desarrollo de la resiliencia a través de una hoja de ruta para la resiliencia urbana, facilitando el acceso al conocimiento, las herramientas de diagnóstico, monitoreo y reporte. Esta iniciativa MCR2030 se apoya en el éxito del trabajo de incidencia política realizado durante la pasada década (2010-2020) en el marco de la Campaña Mundial “Desarrollando ciudades resilientes: ¡Mi Ciudad se está preparando!” que concluyó a finales de 2020.
La Campaña MCR, liderada por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), e implementada con sus socios, ha alcanzado un éxito considerable al promover la resiliencia urbana frente a posibles desastres a través de los gobiernos locales. Es hora que Málaga impulse mejor todas las estrategias sostenibles.